Ya no veremos más esa sonrisa a medias que asomaba por encima de la sábana. Los ojos, siempre húmedos, que no querían mirarnos de frente durante mucho tiempo. El miedo reflejado en tus gestos pausados, sin querer saber más, escondido debajo de las mantas. Las regañinas de tu mujer cuando fumabas en la cama. Tu cuarto pequeño y oscuro. Las sillas que nos acercábamos a tu cama para estar más cerquita de ti y que casi no cabían en el hueco del armario. El frío intenso que hacía en tu casa, mientras tú estabas remangado y diciendo que “esto no es frío!”. Ya no te oiremos decir que quieres salir a la terraza y que te gustaría ir el fin de semana al huerto a ver cómo tu hijo ha plantado los melones, “si no ha sabido hacerlo nunca!!.
Ya no veremos más la cara atenta de tu mujer cuando le explicábamos las cosas y el interés y el cariño que te dedicaba continuamente. Y cuando nos decía bajito, para que no la oyeras, que no habías sido precisamente un marido modelo, que tuviste tus correrías por ahí, pero que nunca faltó el dinero en casa y que os habíais querido mucho.
Que no sabrá vivir sin ti, con ese vacío que ocupará tanto espacio en esa casa tan pequeña y tan fría. Que ya te empieza a echar de menos, en cada rincón, en cada pensamiento,...dice mientras coge nuestras manos entre las suyas y las lágrimas asoman, una vez más, a sus ojos.
Ya no habrá besos y risas al llegar, ni abrazos envueltos en lágrimas al irnos. “No cambiéis nunca”, nos has dicho hoy, en la que creías era tu última despedida....y..., qué pena, has acertado.
Ya no veremos más la cara atenta de tu mujer cuando le explicábamos las cosas y el interés y el cariño que te dedicaba continuamente. Y cuando nos decía bajito, para que no la oyeras, que no habías sido precisamente un marido modelo, que tuviste tus correrías por ahí, pero que nunca faltó el dinero en casa y que os habíais querido mucho.
Que no sabrá vivir sin ti, con ese vacío que ocupará tanto espacio en esa casa tan pequeña y tan fría. Que ya te empieza a echar de menos, en cada rincón, en cada pensamiento,...dice mientras coge nuestras manos entre las suyas y las lágrimas asoman, una vez más, a sus ojos.
Ya no habrá besos y risas al llegar, ni abrazos envueltos en lágrimas al irnos. “No cambiéis nunca”, nos has dicho hoy, en la que creías era tu última despedida....y..., qué pena, has acertado.
4 comentarios:
No imagináis hasta que punto llega mi admiración.
Un abrazo.
Gracias, thot.
En días como hoy, comentarios como el tuyo son un bálsamo que ayuda a curar las heridas y a continuar con más ganas, si cabe.
Otro abrazo
¡Qué grande eres Violeta!, Tú sí que practicas la escucha compasiva y la aceptación plena. ¡Qué suerte quién trabaje a tu lado! Besazo total.
Ufff!!
Sin palabras...que me has dejao!!
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