sábado, 21 de enero de 2017

No SaBe NaDa... Y Lo SaBe ToDo.


La calle donde está la casa de Fina no sale en el GPS. Se encuentra en un pueblo perdido entre campos de olivos, blancos de nieve hoy. Es alta y estrecha en medio de un callejón sin salida. Al entrar, el frío de afuera casi permanece dentro, sin solución de continuidad. Subimos escaleras y más escaleras. Entre piso y piso pequeñas estufas sostienen la mínima calidez de la casa, entre el comedor, la cocina y los dormitorios que apenas insinúan calor.

Nos recibe la hija: “Mi madre no sabe nada, cree que se va a poner bien, pero ya sabemos lo que hay…”.

En su cama, entre varias mantas, asoma la cabeza de Fina y sus delgados brazos. Nos recibe seria, no está acostumbrada a los extraños en su casa. Tiene 83 años y, como la mayoría de las personas de su edad, una intensa y dura vida a sus espaldas que se refleja en los surcos de su rostro.

Al principio no demuestra el más mínimo interés por nosotros, esquiva mira hacia otro lado cuando nos acercamos e intentamos saber si tiene dolor, si come, si duerme bien,…. y qué sabe ella de su enfermedad. Cambiamos de tema y le preguntamos por sus hijos, sus nietos,… Se le ilumina la cara y nos cuenta que su nieto, cuando vuelve del cole, se sienta a su lado y le lee historias de aventuras. “Al ataque, capitán!!,… se llama Jack no sé qué…”, Sparrow?, le digo, “eso, eso!!”. Ya hemos entrado. “Lo que pasa es que a mí me gustaría hablar sobre cosas importantes de la vida, pero cuando no me lee está con el móvil, con el whatsapp,…” (!!)

Mientras mi compañero le explica a la familia cómo utilizar los fármacos por la palomilla subcutánea que le hemos colocado, me quedo un rato a solas con ella, sentada en la cama, nuestras manos enlazadas, en silencio.

“Esto ya es el final, verdad?, hace tiempo que lo sé”, me dice mirándome tranquila y fijamente.

Sin darme tiempo sigue, “Mi marido murió hace tres meses y también le pusieron esto en el brazo… Para la morfina, no?

Estoy en paz con todos, mis hijos y mis nietos.

No tengo nada que solucionar, está todo bien arreglado, mi marido ya lo hizo cuando le tocó.

Mi madre falleció con 49 años y yo cuidé de todos mis hermanos, soy la mayor. También he cuidado de cuatro abuelos en mi casa… y ahora no quiero darles tanto trabajo a mis hijos.

Claro que yo haría esto y más por ellos, me dejaría cortar una mano. Pero ellos están sufriendo demasiado por mí. No se lo merecen.

 
Cuando volverán a casa,... la semana que viene?  Pero no se olviden, eh?”
 
 

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