En esta noche mágica los Reyes Magos han llegado más
silenciosos que otros años, casi como olvidados a ratos. Ha sido una noche
diferente, faltaba demasiada gente importante.
Antes de acostarme dejé el zapato bajo la ventana, como siempre,
y como siempre un pequeño ritual se adueñó de mí mientras lo hacía, es como un
mantra que atrapa mi espíritu en ese momento mágico en el que el deseo va de mí
al más allá y luego al zapato, para volver a mí de nuevo. Mi madre sonreía
extrañada mientras colocaba los dos zapatos juntos. Mi madre y yo.
A veces uno cree que las cosas se van recolocando, que todo
vuelve a tener sentido, que la ilusión recobra la consciencia, que el universo
se ordena de nuevo,… cuando de pronto, sin previo aviso, te asalta el
sinsentido, la tristeza, la soledad,… la sonrisa se hace la remolona, la
esperanza juega al escondite, los sueños se dispersan y te encuentras con las
manos vacías, mirando por la ventana.
Pero sé que queda mucho por vivir, aunque ahora sienta el
atardecer. Sé que cuando salga el sol y el cielo despierte un día más yo
también estaré allí, despierta, con el sol en la cara. Dispuesta… consciente y
orientada. Como siempre.
Alma
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