El GPS nos conduce a un callejón sin salida en un pueblo al
final de la carretera, “allá donde se
acaban los caminos” como dice la canción. El trabajo es dar la vuelta en un
espacio más pequeño que el salón de casa, sin rallar el coche. Tras
interminables maniobras, lo conseguimos. Pero lo que no sabemos (o si,… algo intuimos
ayer al hablar con ella por teléfono) es que nos queda el más difícil todavía.
El patio de entrada es frío y Julián habla en voz baja. Las
ojeras grises esconden gran parte de su cara dándole un aspecto más que cansado,
a pesar de tener cincuenta y tantos y un físico fuerte y aparentemente sano.
Nos habla del difícil carácter de su mujer, acentuado durante
el transcurso de los años de enfermedad. Un mal día se le diagnosticó un cáncer.
Tras la intervención y la QT posterior, todo quedó en un susto y la enfermedad
guardó silencio durante unos años. Después de ese tiempo despertó en su hígado,
pero contenida de tal forma que pudo ser intervenida y nuevamente tratada con
varios ciclos de QT, que le produjeron graves alteraciones, por lo que fueron
cambiando líneas de tratamiento en función de su tolerancia. Malos meses, malos
años.
Mientras tanto “el bicho” continuaba activo, asediando su
pleura y sus pulmones. Los tratamientos continuaron, alternándose con múltiples
complicaciones, empiemas, neumotórax,…. “Me
duele hasta al recordarlo. Estaba abonada al hospital, ya desde admisión todo
el mundo me conocía por mi nombre,… imagínate en un Bellvitge!!
En las revisiones, tras los tratamientos, era evidente que la
enfermedad progresaba. Desafío tras desafío, un desencanto tras otro, cada vez más
agotada, cansada de luchar, esperanza y chasco alternándose cada día, cada
hora, incluso un minuto una y al siguiente el otro,… “Años de lucha que no sirvieron para nada,… sólo para amargarme la poca
vida que me iba quedando, cada vez menos tiempo y de peor calidad”.
Llora durante la mayor parte de la visita, la rabia y el enfado
asoma por todos sus poros. Por pequeños (o grandes para ella) detalles, se enfrenta
con su marido y con nosotras, reaccionando con una agresividad y una violencia tan
dolorosa que nos cala hasta lo más profundo.
“Sabéis lo único que
quiero y que nadie puede darme? Volver a estar como antes, ser como antes. Y
como no es posible, quiero que me pongáis una inyección y terminar ya con todo.
Y como tampoco eso es posible… para qué todo este sufrimiento? No es justo.”
No está satisfecha de su vida. “He cometido muchos errores y he dejado pendientes de hacer muchísimas
cosas. Mi marido y yo hemos trabajado como burros para mantener unos hijos y
pagar una hipoteca, apenas hemos viajado ni hemos disfrutado. Pensábamos que
tras la jubilación (a mí aún me quedan 6 años) podríamos cumplir los sueños
pendientes, más que nada viajar… Y ya ves…
Sólo os doy un consejo:
vivir el día a día, hacer lo que podáis ahora, no esperéis (a qué?), no dejéis deseos
pendientes para el día de mañana.” Nos dice con rabia contenida. Al tiempo que tose, se ahoga y sigue
con el cigarrillo entre los dedos.
El pesar que flota en el ambiente es enorme, la pena inunda
la casa y la desesperación no da más de sí, ocupando todo el espacio a la vista.
Apenas nos ha dejado explorarla y es muy difícil que acepte modificaciones en
el tratamiento sin que desconfíe, “Ya no
me creo nada”. Tras más de una hora se levanta en dirección a la puerta de
la calle, su marido tras ella, quiere salir a que le dé un poco el aire. Es muy
duro para todos estar sentados en platea viendo pasar la película de su vida.
Rosa no llega a los 60 años. Ni llegará, probablemente.
Cuando salimos a la calle, una canción me viene a la cabeza y
no dejo de tararearla hasta llegar a casa:
Mi unicornio azul ayer se me perdió,
no sé si se me fue, no sé si extravió.
Y yo no tengo más que un unicornio azul.
Si alguien sabe de él, le ruego información,
cien mil o un millón yo pagaré.
Mi unicornio azul se me ha perdido ayer,
… SE FUE.
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