El después tiene las patas cortas, es pesado y se mueve
lentamente. A veces se aferra al estómago y te dan náuseas, otras es como un
dolor sordo difícil de localizar. Las más de las veces juega al escondite,
agazapado tras un libro, un árbol, un olor, una palabra, una melodía, un trasto,…
sabe que sin querer queriendo lo miras y allí está. Entonces ese nudo, ya
familiar y parte de uno para siempre jamás, vuelve a ceñir de nuevo el alma.
Pueden pasar días, crees que el ahora va conquistando más espacio,
que vas recalculando la ruta,…. pero el después acecha. Siempre aparece cuando
menos te lo esperas. Como el amor.
No es malo el después, simplemente te obliga a ver el final,
también tu final, te asoma al abismo y al vacío. Al tiempo que te hace sentir
la tierra que pisas, que antes paseabas de puntillas, y te da el barro
suficiente para que sigas construyendo y modelando tu vida, que al fin y al
cabo es lo más hermoso que tenemos. Ya.
La primera vez que escuché “Te busco”, mucho antes de que os
fuerais, supe que esta canción sería para el después. En serio.
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