Hay que tener mucha sensibilidad, buena relación con el
entorno y un saber estar muy, pero que muy especial, para darse cuenta y describir tan bien las
situaciones en las que casi todos nos encontramos en más de una ocasión.
A VECES (Alberto Meléndez)
A veces creo que mi trabajo no tiene sentido. A veces me
siento un intruso, un farsante… Entro en la vida de las personas, de las
familias, en un momento especialmente frágil. Sí, soy bien recibido. Y luego el
agradecimiento sincero carga mis pilas. De energía. De vanidad. De argumentos…
A veces creo que formo parte de la
rueda que tanto critico. A veces siento que el dolor del otro no me
alcanza, no me penetra. Solo lo observo mientras paso tiempo en cosas banales.
Aliviar el sufrimiento a veces no es fácil. Casi nunca. Y cuando se
profesionaliza, cuando se protocoliza, cuando se convierte en un formulario….
Muchas veces siento que priorizo la atención sobre el
acompañamiento, la discreción sobre la palabra, el bosque sobre el árbol. La
medicina frente al remedio.
Hoy es un día de esos.
Hoy se ha ido Bego. Hace un rato. En su casa. Con sus padres,
uno a cada lado. Con su melena teñida de rojo como último acto de rebeldía. Con
40 años recién cumplidos. Con el permiso de su madre que se lo ha ido dando al
oído desde que hace menos de 48 horas comenzara su sueño final. Con su padre al
lado. Como siempre. Con su belleza intacta que la enfermedad no hizo sino
acentuar. Con su mirada. Que se clava hoy en la mía como hace tres meses,
cuando la conocí. Cuando dijeron que no se podía hacer más. Cuando nos preguntó
enfadada qué íbamos a hacer, que basta de pruebas, que basta de “pirulas”, que
basta..
Y tres meses después yo hoy también estaba allí. Como un
grafiti en un cuadro de Velázquez. Pintura menor sobre Pintura mayúscula. Como
un buceador en la luna. Equipado para nada. Con la incomodidad de quien sabe
que sobra y que sabe que nadie le dirá que sobra.
Tres meses después. Con el recuerdo lejano de esos tres
meses. En los que Bego pudo volver a reír, pudo volver a bañarse en su playa de
Zarautz, donde creyó incluso que todo era un error, que ella podría con ello.
Mi mente se aferra a esos recuerdos alegres buscando justificar y sanar lo que
siento.
Hoy es un día de esos en los que me enfrento con mi finitud,
con mi incapacidad, con mi frustración. Días en los que dudo de todo, del
sistema, de los fármacos, de mí. Días en los que se reafirma en mi alma que lo
que vale son las personas, el contacto, la relación honesta. Que los programas,
servicios, planes, protocolos… sirven a otros intereses, no al enfermo. No a
Bego.
Hoy es un día de esos.
Se (me) pasará.
(Antes de terminar esta entrada me han hecho una visita. Una
amiga, una compañera, una enfermera. Me ha “leído” el blog en los ojos. Y, como
es buena amiga, no me ha dado ánimos, no le ha quitado importancia a mis dudas,
no me ha regalado con palabras amables. Ha hecho más. Me he sentido con permiso
para tener estos días… )
Del blog: Medicina de familia con blog propia
1 comentario:
Imposible describir mejor esis días....gracias!
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