Intento “Tener la
cabeza donde tengo los pies”. Lo he leído por ahí y de verdad que lo intento.
Lola ha muerto y me ha tocado. Ha fallecido a los 6 días de
conocerla y a los 23 de un diagnóstico que le puso de repente la vida al revés.
Ha fallecido cuando, como decía su marido, “Aún
no sabemos por dónde nos vienen las hostias”.
De la rabia y la incredulidad del inicio pasó a una dolorosa
aceptación, que no resignación, las preguntas iban y venían de su mente… sin
respuesta.
Poco a poco la fue envolviendo una desidia, un desinterés y una calma que la llevaron en volandas, día a día, hacia el desapego que precede al final del viaje.
Llegó un momento en que ya no habló más, cerró los ojos, cesó el dolor y aumentó la inquietud. Todavía quedaba mucho por vivir, aún no era el momento.
Poco a poco la fue envolviendo una desidia, un desinterés y una calma que la llevaron en volandas, día a día, hacia el desapego que precede al final del viaje.
Llegó un momento en que ya no habló más, cerró los ojos, cesó el dolor y aumentó la inquietud. Todavía quedaba mucho por vivir, aún no era el momento.
Sin despedirse, sin apenas medicación, suavemente se deslizó, se fue en medio de una
luz tenue y rodeada de los suyos. Acabábamos de irnos.
Mientras paseo veo a lo lejos un reloj que marca las 27: 59… y pienso, “Ufff, menos mal!!”.
Menos mal que estás ahí Violeta, y Pilar también
ResponderEliminarMenos mal que estamos cada vez más gente, Rafael.
ResponderEliminarUn abrazo