A veces se nos olvida. A mí, más veces.
Si alguien te pregunta, se desploma de nuevo el telón oscuro que cubre
el escenario donde se desarrollan, a trompicones, nuestras vidas. Y caes en la
cuenta de que vivimos de milagro; pero todos,… todos vivimos de milagro y no
deja de ser un prodigio que sigamos vivos, a pesar de todo. Es magia.
De momento el guion, aun siendo malo, le deja disfrutar más
de lo que nos imaginábamos, y eso es mucho. Muchísimo.
No por ello dejamos de asomarnos de puntillas, conteniendo la respiración, cada vez que
aparece una esquina o hay que dar un salto. Hace ya tiempo que saltamos sin red
y nos hemos acostumbrado al riesgo, y claro que valoramos más que antes las
cosas que salen medianamente bien. Valoramos todo, todo... sobretodo ella.
Ella ha cambiado, la enfermedad la ha puesto del revés y ha
sacado a la luz aquello que estaba en el fondo, oculto por las cotidianidades. Lo
bueno, lo dulce, lo sensible, lo delicado, lo auténtico, lo de verdad, lo sin miedo, eso que se guarda como un tesoro... a
veces tan adentro, que uno se olvida de que algún día lo dejó allí.
“Querer es poder”, me dice un amigo…
No, querer no es poder. Casi.
Alma
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