A mi madre le entusiasma cantar. A menudo es casi la única
forma que tenemos de comunicarnos. Cantamos bajito, a veces más alto cuando
paseamos por la calle, otras acompañamos la canción con un baile que nos
inventamos… Y, sin pensar, recordé hace poco que tiempo atrás vi un documental
sobre el tema, entonces mi madre y yo aún éramos capaces de comunicarnos con la
palabra, con frases cortas, la mayoría con un ápice de coherencia.
"Las voces de la memoria" (video interactivo) es un documental que se
emitió en el 2012, sobre el Alzheimer y el poder terapéutico de la música. El
documental sigue los pasos de un grupo musical integrado por treinta personas
aquejadas de esta enfermedad y que asisten a un centro de día, donde realizan
distintas actividades, narrando la historia de la creación del coro desde su nacimiento hasta
su primera actuación en el Palau de la Música de Valencia.
En el mismo se puede captar el lenguaje esperanzador de la
música, que recupera estados de ánimo y recuerdos pasados que pudiesen haber
quedados adheridos a letras de canciones o a imágenes que evocan con nostalgia
tiempos lejanos.
Los protagonistas de ‘Las voces de la memoria’ tienen
diferentes edades, desde los ochenta de Milagros, una farmacéutica de familia
acomodada que ha perdido el 50 por 100 de audición, hasta los cincuenta y pico
de Antonio, piloto de helicópteros hasta que le diagnosticaron la enfermedad, y
del que su mujer dice que el Alzheimer le ha mejorado el carácter y que ahora
es más dulce.
El espectador asiste a los ensayos, a los conciertos
preliminares, a las sesiones de musicoterapia y a la actividad diaria del
centro. Pero también permite profundizar en el conocimiento de los personajes,
que muestran su intimidad familiar.
A través de las puertas abiertas de sus casas, comprobamos el
cambio radical que el Alzheimer opera sobre el enfermo y su entorno familiar y
social. También cómo la música permite a esa nueva persona, que es el enfermo,
paliar el deterioro y conservar la esencia de su personalidad, más allá de los
recuerdos.
En el patio de butacas están sus familiares, que observan
emocionados lo que, probablemente, nunca imaginaron ver.
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