Hay muchas familias en las que hay niños pequeños, en éstos
casos uno se plantea cual es la mejor manera de afrontar la situación.
Si se tratase de una enfermedad menor, que fuese a durar poco
tiempo, es obvio que podemos evitar explicárselo a los niños. Pero cuando se
trata de una enfermedad grave y duradera es mejor decírselo. Aunque la solución
más fácil sea ocultarlo, no es lo más recomendable porque los niños tarde o
temprano se enterarán y tal vez las conclusiones que saquen no sean las más
adecuadas.
En nuestro caso, tenemos un niño de 5 años y una niña de 3.
Desde el momento en el que empecé a ir
al médico para realizarme las primeras pruebas, les dijimos que íbamos al
médico porque mamá tenía “pupa” en la tripa.
Cuando me operaron, el niño fue a verme al hospital y después han ido
viendo la cicatriz mientras se curaba, y mi hija se empeñaba en enseñársela a
las visitas. También les expliqué que debido a las medicinas que los médicos me
estaban administrando, probablemente se me caería el pelo. Lo han tomado con
tanta naturalidad, que presumen que su mamá esté calva.
Dentro de unos días vuelvo a entrar en el quirófano y ya les
he explicado que estaremos su papá y yo unos días en el hospital para que me
terminen de curar la tripa.
Como son pequeños a veces me preguntan por qué tardan tanto
los médicos en curarme, yo les contesto que es un proceso lento, pero que no se
preocupen que pronto me recuperaré.
Salud para todos.
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