domingo, 28 de mayo de 2017

GLoBoS Y MáS GLoBoS...

 
En medio del atasco de la M-30, recién salida de la sesión de siete horas y media de quimio, me encuentro que no sé si vivo o si muero. Decido relajarme para controlar las náuseas que siento.

Cierro los ojos y respiro, llevo toda mi atención a mi corazón y comienzo.

Visualizo un globo azul y lo lleno con todas las náuseas y las molestias que me produce la quimio. Con mucho amor lo suelto y miro cómo asciende.

Tomo otro globo azul y lo lleno con todos los malos sabores que me produce la quimio. Con todo mi amor lo mando al cielo.

En otro globo meto todos los dolores de las articulaciones y de mi cuerpo. Lo envío con un beso al firmamento.

Esta vez, inflo un globo de color verde el color de la sanación. Ahí meto toda la radiación junto con todos los desechos que la quimio produce. Muy despacio lo suelto y lo envío arriba, muy arriba a buscar y acompañar a los que ascendieron primero.
 
Por último, inflo un globo enorme, de color rojo, con forma de corazón y lo lleno con todo el amor que puedo. Lo envío a buscar a sus compañeros, para que se introduzcan dentro de él y se repartan todo ese amor.

Poco a poco vuelvo a la realidad y sigo el viaje de vuelta a casa, esperando que mis visualizaciones surtan efecto.

  
 
Todos podemos imaginar aquello que deseamos conseguir.

Un beso.


                                                                         Paula Cruz Gutiérrez.


1 comentario:

  1. Esa M30 de Madrid me la recorría yo cada vez que volvía a mi casa de Madrid recién acabado un ciclo en Sevilla, 520 kilómetros eternos, aguantando la nausea y los calambres del estómago y las tripas, el frío inmenso en pleno verano, las llagas en la boca, la garganta, la nariz..el abrir la ventanilla y gritar, gritar mucho, de dolor, de rabia, gritos al Universo pidiendo un respiro.

    Y llegar a mi casa, a casa, con mis perros que me acompañaban en cada viaje de ida y vuelta, perderme en la terraza llena de geranios, rosales, azahar , rozar con las puntas de los dedos las plantas, tocar el laurel, regar todo y tumbarme en la hamaca o en el suelo, con mis perros de almohada y dejar que la noche cayese mientras el fragante perfume de la dama de noche alejaba el olor a químicos que mi cuerpo desprendía, cerrar los ojos y soñar

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