En nuestro quehacer diario la escucha activa ofrece la
posibilidad de poner voz y palabras a la tristeza, a la desesperación, a la
ira, a la duda,… de ayudar a ventilar las emociones y los miedos del paciente.
No
me cansaré de repetir que somos unos privilegiados al tener un espacio propio en
esos momentos, la confianza suficiente y el honor de formar parte del último
párrafo de la vida escrito con verdad y sinceridad sin límites. Y de tener dos orejas útiles
y un corazón que no se atreve a juzgar nunca.
A propósito de escuchar bien, R. O´Donell en “La escucha” dice:
Cuando te pido que me
escuches y tú empiezas a aconsejarme, no estás haciendo lo que te he pedido.
Cuando te pido que me
escuches y tú empiezas a decirme por qué no debería sentirme así, no estás
respetando mis sentimientos.
Cuando te pido que me
escuches y tú piensas que debes hacer algo para resolver mi problema, estás
decepcionando mis esperanzas.
Escúchame!! Todo lo que
te pido es que me escuches, no que hables ni que te tomes molestias por mí. Escúchame,
sólo eso.
Es fácil aconsejar, pero
yo no soy incapaz. Tal vez me encuentre desanimado y con problemas, pero no soy
incapaz.
Cuando haces por mí lo
que yo mismo puedo y tengo necesidad de hacer, no estás haciendo otra cosa que
atizar mis miedos y mi inseguridad.
Pero cuando aceptas,
simplemente, que lo que siento me pertenece a mí, por muy irracional que sea,
entonces no tengo por qué tratar de hacerte comprender más… y tengo que empezar
a descubrir lo que hay dentro de mí.
Escuchar es amor en
acción, es la posibilidad de dar palabra a lo personalmente vivido. Cada
paciente tiene su propia historia que contar, siempre única e irrepetible.
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