Huele a pan, huele a niña, a fotos antiguas, a música
clásica, a blanco y negro. El marido de nuestra paciente nos abre la puerta
arremangado, está preparando la comida de ella, el puré y los potitos, como él
llama a esos batidos hiperprotéicos. Habla cinco idiomas y anteriormente trabajaba
en un banco “con corbata y americana cada día”, y hace ya unos
años, desde que se jubiló anticipadamente para cuidar a su mujer tras el fatídico diagnóstico, “el delantal y el chándal son mi vestuario habitual”.
La casa está en silencio, grande y con muebles oscuros. El sol
apenas se filtra entre las persianas bajas… y sin embargo hay luz. Él da
alegría y pone color a la vida dentro de ese hogar. Es curioso como la
presencia de algunas personas llena de matices el espacio y el tiempo.
Un tumor cerebral diagnosticado hace unos años ha postrado
finalmente a María en la cama, desde donde nos mira cuando entramos a la
habitación. Su mirada es lejana, nos observa desde muy lejos, y su lenguaje incoherente,
aparentemente. Él se acerca despacio
y le habla suavemente, explicándole que estamos allí para ayudarlos. Ella contesta
como si su universo fuera de otra galaxia y su pareja la única persona que
pudiera entrar en él. Su marido vuelve a susurrarle al oído algo que no oímos. Algo
que parece tranquilizarla ante la presencia de unas extrañas, nosotras.
Hablamos con ella intentando entresacar frases o palabras
sueltas que nos den una idea de cómo se encuentra y de lo que siente. Intentamos acercarnos a su dolor y a su forma de vivir la
enfermedad. Es difícil, apenas contesta con monosílabos y largos silencios. Da la
impresión de que le cuesta un mundo pensar en algo concreto, como si su cerebro
fuera un cuadro abstracto, con grandes espacios en blanco y pensamientos más
que difuminados.
Al finalizar la visita y, tras hablar de casi todo con él,
ella dice en voz alta y clara: “ Estoy
vacía!! Lo entendéis?”
Al rato me vino a la cabeza una frase que escuché hace tiempo
y que decía algo así: “Escuchar es un
arte, es más que oír. Escuchar significa hacer callar el conjunto de voces que
murmuran dentro de nosotros y abrirnos a acoger lo que nos comunica el otro
sobre su vida.”
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