“Es una pena que la
vida tenga que darte una hostia para que te des cuenta de que tienes que
aprovecharla”. Es la
segunda vez en menos de dos semanas que escucho esta frase.
La primera fue hace unos días durante una excursión con gente
de la ONCE. Iba del brazo con Patricia o, mejor dicho, ella me cogía del brazo
como suelen hacer las personas ciegas para dejarse guiar. Tiene treintantos,
está separada, tiene dos hijas y un novio. Vive intensamente y ríe al mismo
tiempo. El día que nos vimos, “es un
decir” decía, estaba nevando y levantaba la cara hacia el cielo para sentir
los copos blancos sobre su piel. Hablaba con total naturalidad de su carencia,
es ciega de nacimiento y apenas distingue la luz, la claridad.
Nos acercamos a un estanque donde nadaban varios patos y dos
cisnes, empecé a explicarle como eran y me cortó rápida: “Ya sé cómo son, me lo han explicado mil veces
y además los he tocado… tengo la imagen. Quizás no sea como la tuya, pero yo
tengo mi realidad en mi cabeza. También tengo la idea de los colores, sé que
este año se llevan los rosas y que hay varias clases de rosas, me lo han dicho
mis hijas. El rosa chicle me encanta. El azul marino no me gusta nada, es muy
triste”.
Cada vez que entramos a un lugar cerrado, se quita la capucha
y se arregla el pelo con la mano.
“No necesito tocar la
cara de las personas para conocerlas, me guío por la voz y lo que siento al
estar cerca“. “Eso de que los ciegos tenemos más desarrollados los demás
sentidos es un cuento. Lo que ocurre es que los utilizamos y vosotros no.” “A
mi de niña nadie me dijo,… nunca escuché
a mis padres decirme: esto no puedes hacerlo por tu limitación. Así que puedo hacer todo lo que me proponga… y lo
hago.”
La segunda vez ha sido esta mañana. Maite tiene casi 50 años
y un melanoma en progresión. Pasa la mayor parte del día en la cama. Se siente
tan cansada que levantarse para ir al baño se le antoja una odisea… de apenas
cuatro metros. Lo intento, pero soy incapaz de imaginar cómo es su agotamiento.
Nos ha preguntado por el campo. Le hemos contado…
verde, amarillo, lila, flores blancas en los almendros y los cerezos, empieza
el rojo de las amapolas… “Esta tarde intentaré
salir a ver algún almendro…. Son tan bonitos! Tengo que hacerlo… porque después
ya no….”. La frase se ha quedado congelada en algún rincón de la habitación,
escondida detrás de un libro. Pero todos la hemos visto.
Y… “Es una pena que la
vida tenga que darte una hostia para que te des cuenta de que tienes que
aprovecharla”.
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