Un olor fresco, a verde y naranja nos envuelve al entrar. Todos
los hogares huelen, a veces no es un olor como sentido propiamente dicho, sino
como una atmósfera, un estado de ánimo, un color. Se respira pausa, respeto. Los
espacios amplios nos acogen, el sol inunda casi todos los rincones creando una
alfombra de calidez bajo nuestros pasos silenciosos.
Tras años de enfermedad la lucha ha cedido para dejar paso a
la aceptación, que no resignación. Pablo sigue buscando recursos que le ayuden
a disfrutar cada momento que queda, cada ocasión de vivir.
Nos habla francamente de la enfermedad. De la ELA que le roba
movilidad y le hace más dependiente día a día, del pronóstico, de cómo intuye
que será el final y del deseo de la sedación cuando llegue el momento. Agradecemos
de corazón la sinceridad, porque va a hacerlo más fácil para todos.
He dicho “nos habla” y no es del todo exacto. Adaptada a la
silla de ruedas tiene una Tablet. En ella escribe, con la mano que aún
moviliza, sus pensamientos, las frases que quiere comunicar,… después pulsa una
tecla en la que pone “VOZ” y la máquina nos lee con un sonido metálico lo que
aparece en la pantalla. Si se olvida de escribir una letra, parece que la
máquina se atragante al leerlo, despertando en él una sonrisa a modo de
disculpa.
Al terminar la visita y antes de irnos nos dice que le
gustaría que nos hiciéramos una foto con la Tablet. Nos colocamos detrás de él,
junto a su esposa y, sonrientes los cuatro, él con una sonrisa de medio lado,
enfoca y nos hace la foto. Movida, claro. Pero preciosa y entrañable.
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