Este es el blog de un equipo de Cuidados Paliativos... trabajamos "a pie de cama", en el domicilio del paciente, en su espacio más íntimo y personal.

Todos los días hay un viaje distinto, duro, sorprendente, triste, emocionante... y con un final.

¿Nos acompañas?.



viernes, 12 de octubre de 2012

Modelo de la dignidad de Chochinov


Margaret Sommerville, directora del Centre for Medicine, Ethics and Law at McGill University, escribió en 2010 un artículo interesante sobre los "modos de evitar que los pacientes terminales sufran por la pérdida de control sobre lo que les ocurre."

Decía lo siguiente:


Los partidarios de la eutanasia la presentan como la respuesta apropiada al dolor y al sufrimiento, precisamente, dicen, porque da a los pacientes el control último sobre lo que va a ocurrirles. Pero si, por razones éticas y prácticas, uno piensa (como es mi caso) que legalizar la eutanasia es una mala idea, ¿qué más podemos hacer para reducir el sufrimiento de los enfermos graves y de los terminales?
En primer lugar, todo el mundo tiene derecho al necesario tratamiento contra el dolor: hay que liquidar al dolor, no a la persona que sufre el dolor. Dejar que alguien sufra sin motivo razonable es una violación de un derecho humano fundamental y una ruptura de la confianza.
La confianza en los propios cuidadores es muy importante para reducir el sufrimiento. En los últimos 30 años hemos pasado de la confianza ciega -"confía en mí porque sé lo que es mejor para ti"- a la confianza ganada -"te demostraré que puedes confiar en mí y me ganaré tu confianza"-.
Para ganarse la confianza hace falta sinceridad, y compartir la información y las decisiones, todo lo cual aumenta en el paciente el sentido de que tiene las cosas bajo control, y así se reduce el sufrimiento. Y cuando no es posible que el paciente mantenga el control, es incluso más importante hacer honor a la confianza del enfermo.
La muerte ha sido medicalizada, despersonalizada, deshumanizada y tecnificada, y el resultado es que los enfermos terminales sufren una intensa soledad antes de la muerte. Necesitamos reconocer y afrontar esa soledad. La eutanasia es una respuesta de tecnología médica al sufrimiento y a la muerte. Pero en una sociedad ética, atenta al cuidado, la respuesta a la soledad y al abandono no es una inyección letal.
Necesitamos comprender lo que los pacientes gravemente enfermos o terminales necesitan para sentirse respetados. Harvey Chochinov, un psiquiatra de Manitoba especializado en el cuidado de los enfermos terminales, ha desarrollado junto con sus colegas un tratamiento que llaman "terapia de la dignidad". Identifican los elementos que provocan el sufrimiento de los enfermos y diseñan intervenciones para contrarrestarlos. La esperanza, por ejemplo, es muy importante para reducir el sufrimiento. Hace falta que los pacientes tengan un sentido de conexión con el futuro. Podemos dar a la gente "pequeñas esperanzas" -cosas que esperar- incluso cuando no es posible un futuro a largo plazo.
Dejar un legado también ayuda a crear una conexión con el futuro. Para que un paciente muera con tranquilidad es importante que su vida tenga un sentido, que haya merecido la pena. (...)
Un elemento central de la esencia humana es que somos seres en busca de sentido. El reto es encontrar un sentido a la muerte, hacer que la muerte sea el último gran acto de la vida. Una inyección letal es una solución tecnológica rápida, barata, simplista. En cambio, encontrar sentido a la muerte no es nada de eso. Pero probablemente es necesario si hemos de encontrar sentido a la vida y transmitirlo a las futuras generaciones. Quizá esta es una importante razón por la que la eutanasia está prohibida.


En las próximas Jornadas de la AECPAL (programa científico), que se celebrarán el próximo año en Barcelona, se desarrollará un taller sobre el modelo de la dignidad de Chochinov, seguro que resulta muy interesante.


2 comentarios:

Cristina dijo...

Seguro que será un taller interesante. Os esperamos! Gracias por vuestro Blog, es fantástico!!
cristina

C.S. (Marisa de la Rica) dijo...

Allí estaremos, Cristina!!!!
Un abrazo enorme.

Marisa.