Este es el blog de un equipo de Cuidados Paliativos... trabajamos "a pie de cama", en el domicilio del paciente, en su espacio más íntimo y personal.

Todos los días hay un viaje distinto, duro, sorprendente, triste, emocionante... y con un final.

¿Nos acompañas?.



martes, 24 de enero de 2017

SiGue BRiLLaNDo PoR Mí...


 
Anteayer hizo un año que me dejaste. Nos dejaste. Te fuiste a no sé dónde, a no sé qué.

Creo que no podías, que no querías vivir más tiempo relegado, postrado, despintado, con tu gran amor empañado por la ausencia, olvidado por la luz que siempre te acompañó.

Porque tus ojos azules eran de luz, siempre vivos, como el mar que no se detiene nunca, que crea continuamente vida en lo profundo donde esconde lo más precioso, y la muestra llenando el espacio de espuma, olas y maravillosos juegos de delfines y ballenas. Tu forma de mirar… era el mar.

Cuánto te costaba decir te quiero, otro tesoro profundo, al igual que los besos y los abrazos, que te dejabas dar con placer y agradecimiento. Sin embargo sabías tocar, acariciarme la cara como nadie lo ha hecho nunca. De pequeña me gustaba acurrucarme entre tu mano y tu abrigo, allí me sentía protegida y segura.

Y aunque cada día estás en algún momento conmigo, fui a llevarte flores al cementerio, tus claveles rojos. Ni a ti ni a mí nos gustan los cementerios, quizás por eso las veces que he ido hemos jugado al escondite. No encuentro tu sepultura, ya puedo dar vueltas llamándote que no te encuentro, se me olvida el bloque, el piso, los vecinos,… y tú sin darme una pista hasta el final, cuando ya llevo un buen rato buscándote. Y allí está tu nombre, bañado por el sol y con vistas a una calle principal poblada de cipreses, una calle transitada como las que te gustaba mirar desde la ventana de casa. Eras muy curioso, curioso por todo.

Hacía frío cuando decidí  volver a casa. Mientras caminaba recordaba sin querer queriendo y regodeándome en los recuerdos, al tiempo que alguna lágrima escurridiza me acompañaba durante el trayecto.


Te acuerdas….

Cuando con 10 años quería ser bailarina? Los reyes me trajeron unas zapatillas de ballet con las que iba todo el día de puntillas por casa. Cuando termines de estudiar ya hablaremos, me decías.

Cuando el domingo bien temprano nos íbamos los dos al bar de Juan, tú te tomabas un café y a mí me dabas un duro para jugar a la máquina de las bolas. Luego subíamos churros para desayunar todos en casa.

Y de la primera regañina cuando salí con un chico a escondidas? Inolvidable. La de noches que me esperasteis levantados para echarme un rapapolvo por no estar en casa a las 10.

Y si suspendía algún parcial, ya en la universidad, siempre me decías que siguiera intentándolo, que me esforzara, que sabías que me gustaba lo que hacía y que valía para eso.

El abrazo en la UCI del hospital de Castellón, nunca volví a verte llorar así. Bueno si, cuando falleció tu hija Marta.

El coraje, adelante siempre, ver el lado bueno de las cosas, no tener miedo, caer y levantarse, siempre. Tantas cosas inolvidables que han hecho una vida, una buena vida a tu lado. Y como en todas las vidas hubo de todo, pero hoy recuerdo lo mejor. Te sigo queriendo tanto.


Sabes? Se me ha ocurrido aprender a patinar, con esos patines de cuatro ruedas en fila. Si, ya sé que de niña patinaba y me estozolé más de una vez, pero hace tanto de eso que es como la primera vez.

Siento que me miras sonriendo irónico mientras sé que piensas, al menos, dos cosas. La primera: óle!, a tu edad aún buscas experimentar cosas nuevas, sigues teniendo ganas de aprender y disfrutar… sigue siempre así!. La segunda: estás loca, a tu edad, lo has pensado bien, haz algo más tranquilo como estudiar inglés o hacer cruceta,… ten mucho cuidado no te hagas daño. Si te pasa algo, a mí no vengas…

También se me ha ocurrido aprender a tocar el piano, es algo diferente y muy creativo,… pero ya estoy entrando en casa, suena el teléfono y no te doy tiempo a decirme nada.


Sigue brillando por mí, allá donde estés.



sábado, 21 de enero de 2017

No SaBe NaDa... Y Lo SaBe ToDo.


La calle donde está la casa de Fina no sale en el GPS. Se encuentra en un pueblo perdido entre campos de olivos, blancos de nieve hoy. Es alta y estrecha en medio de un callejón sin salida. Al entrar, el frío de afuera casi permanece dentro, sin solución de continuidad. Subimos escaleras y más escaleras. Entre piso y piso pequeñas estufas sostienen la mínima calidez de la casa, entre el comedor, la cocina y los dormitorios que apenas insinúan calor.

Nos recibe la hija: “Mi madre no sabe nada, cree que se va a poner bien, pero ya sabemos lo que hay…”.

En su cama, entre varias mantas, asoma la cabeza de Fina y sus delgados brazos. Nos recibe seria, no está acostumbrada a los extraños en su casa. Tiene 83 años y, como la mayoría de las personas de su edad, una intensa y dura vida a sus espaldas que se refleja en los surcos de su rostro.

Al principio no demuestra el más mínimo interés por nosotros, esquiva mira hacia otro lado cuando nos acercamos e intentamos saber si tiene dolor, si come, si duerme bien,…. y qué sabe ella de su enfermedad. Cambiamos de tema y le preguntamos por sus hijos, sus nietos,… Se le ilumina la cara y nos cuenta que su nieto, cuando vuelve del cole, se sienta a su lado y le lee historias de aventuras. “Al ataque, capitán!!,… se llama Jack no sé qué…”, Sparrow?, le digo, “eso, eso!!”. Ya hemos entrado. “Lo que pasa es que a mí me gustaría hablar sobre cosas importantes de la vida, pero cuando no me lee está con el móvil, con el whatsapp,…” (!!)

Mientras mi compañero le explica a la familia cómo utilizar los fármacos por la palomilla subcutánea que le hemos colocado, me quedo un rato a solas con ella, sentada en la cama, nuestras manos enlazadas, en silencio.

“Esto ya es el final, verdad?, hace tiempo que lo sé”, me dice mirándome tranquila y fijamente.

Sin darme tiempo sigue, “Mi marido murió hace tres meses y también le pusieron esto en el brazo… Para la morfina, no?

Estoy en paz con todos, mis hijos y mis nietos.

No tengo nada que solucionar, está todo bien arreglado, mi marido ya lo hizo cuando le tocó.

Mi madre falleció con 49 años y yo cuidé de todos mis hermanos, soy la mayor. También he cuidado de cuatro abuelos en mi casa… y ahora no quiero darles tanto trabajo a mis hijos.

Claro que yo haría esto y más por ellos, me dejaría cortar una mano. Pero ellos están sufriendo demasiado por mí. No se lo merecen.

 
Cuando volverán a casa,... la semana que viene?  Pero no se olviden, eh?”
 
 

viernes, 6 de enero de 2017

NoCHe De ReYeS...


 
En esta noche mágica los Reyes Magos han llegado más silenciosos que otros años, casi como olvidados a ratos. Ha sido una noche diferente, faltaba demasiada gente importante.

Antes de acostarme dejé el zapato bajo la ventana, como siempre, y como siempre un pequeño ritual se adueñó de mí mientras lo hacía, es como un mantra que atrapa mi espíritu en ese momento mágico en el que el deseo va de mí al más allá y luego al zapato, para volver a mí de nuevo. Mi madre sonreía extrañada mientras colocaba los dos zapatos juntos. Mi madre y yo.

A veces uno cree que las cosas se van recolocando, que todo vuelve a tener sentido, que la ilusión recobra la consciencia, que el universo se ordena de nuevo,… cuando de pronto, sin previo aviso, te asalta el sinsentido, la tristeza, la soledad,… la sonrisa se hace la remolona, la esperanza juega al escondite, los sueños se dispersan y te encuentras con las manos vacías, mirando por la ventana.

Pero sé que queda mucho por vivir, aunque ahora sienta el atardecer. Sé que cuando salga el sol y el cielo despierte un día más yo también estaré allí, despierta, con el sol en la cara. Dispuesta… consciente y orientada. Como siempre.


Alma