Este es el blog de un equipo de Cuidados Paliativos... trabajamos "a pie de cama", en el domicilio del paciente, en su espacio más íntimo y personal.

Todos los días hay un viaje distinto, duro, sorprendente, triste, emocionante... y con un final.

¿Nos acompañas?.



jueves, 30 de diciembre de 2010

HoY


A veces me siento cansada, y al mismo tiempo agradecida, de la muerte y de la vida postrera,... que no deja de enseñarme que HOY es el mejor momento para ser feliz.

Hay gente que vive instalada en la queja, que se lamentan continuamente por casi todo, salpicando la vida de todo lo que se mueve alrededor... Yo les llamo los pozos de arenas movedizas o agujeros negros, porque si te descuidas te absorben, te vacían y caes dentro.

Hay muchas situaciones duras en la vida, nosotras vivimos muy de cerca algunas de ellas, en las que ves que realmente hay gente que sí tiene motivos de queja, que la realidad y los sueños se les desmoronan como un castillo de naipes, que el mundo se hunde bajo sus pies y la impotencia y la rabia les lleva a dejar de creer en Dios,....entonces te das cuenta de que el resto de las quejas son momentos desperdiciados para SER FELIZ.


sábado, 25 de diciembre de 2010

uN ReGaLo...

Aunque no es necesario que sea fecha señalada para regalar, hoy os quiero hacer un regalo de Navidad.
Es una canción que me ha acompañado en muchos momentos de mi vida, algunos muy especiales.
Cada vez que la escucho su sonido me seduce, me invade una sensación muy grata y tierna a la vez, invitándome a recordar con nostalgia, a soñar, a ir, a seguir caminando,...a VIVIR.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

SiLeNCio...

Cómo te encuentras hoy Luisa?
- Nada vale la pena, dices, no puedo más.
- Mamá no digas eso, te vas a poner bien... tenemos que luchar,... ya verás como todo va a ir bien.
- No, no, dices negando con la cabeza, mientras las lágrimas empiezan a caer por tus mejillas, no puedo,… Cierras los ojos y callas.

Hace días que María, la hija de Luisa, no lloraba, que se “controlaba” ante su madre. Pero hoy no deja de hacerlo. Ella lo pasa muy mal, porque “aguantar el tipo” delante de su madre le impide mostrarse y dejar fluir sus emociones. A la vez, Luisa, no puede hablar de lo que de verdad le preocupa, de sus incertidumbres, de sus miedos, porque encuentra el muro de las palabras de su hija que van cerrando las puertas por donde ella podría colar sus sentimientos y temores.

A veces, cuando uno no sabe qué decir ni cómo hacerlo, cuando las palabras no llegan porque un nudo las retiene allí donde el corazón se rompe, el silencio puede ser el cómplice que deshaga el lazo y cree espacio suficiente para que los sentimientos fluyan y el aire se llene de emociones intensas, sinceras y valientes.

domingo, 19 de diciembre de 2010

uNa CaNCióN

¿Sabrías mi nombre si te viera en el cielo?
¿Sería lo mismo si te viera en el cielo?

Debo ser fuerte y seguir adelante
porque sé que mi lugar no está aquí, en el cielo...

¿Me tomarías de la mano si te viera en el cielo?
¿Me ayudarías a levantarme si te viera en el cielo?

Encontraré mi camino a través de la noche y el día,
porque sé que no puedo quedarme aquí, en el cielo...

El tiempo puede abatirte, el tiempo puede ponerte de rodillas,
el tiempo puede romperte el corazón, implorando piedad...

Más allá de la puerta hay paz, estoy seguro,
y sé que no habrá más lágrimas, en el cielo...





miércoles, 15 de diciembre de 2010

El síndrome de la silla vacía...

Mucha gente odia la Navidad porque, en cenas y fiestas, se hace más presente la ausencia de los seres queridos. Se da una disonancia entre la tristeza interior y los estímulos exteriores, que dictan que hay que estar alegre. Pero sobrevivir a estas fechas es posible.

Os recomiendo este artículo de Joan Carles Ambrojo en El País.

Lo podéis ver AKI

martes, 14 de diciembre de 2010

La VeNTaNa...

Dos hombres, ambos muy enfermos, ocupaban la misma habitación de un hospital. A uno se le permitía sentarse en su cama cada tarde, durante una hora, para ayudarle a drenar el líquido de sus pulmones. Su cama daba a la única ventana de la habitación. El otro hombre tenía que estar todo el tiempo echado, boca arriba.

Los dos charlaban durante horas. Hablaban de sus esposas y sus familias, de sus hogares, del trabajo, de su estancia en el servicio militar, de los lugares donde habían estado de vacaciones. Y cada tarde, cuando el hombre de la cama junto a la ventana podía sentarse, pasaba el tiempo describiendo a su vecino todas las cosas que podía ver desde ella.

El hombre de la otra cama deseaba ardientemente que llegaran esas horas en que su mundo se ensanchaba y cobraba vida con noticias del mundo exterior. Por su compañero sabía que la ventana daba a un parque con un precioso lago. Patos y cisnes jugaban en el agua, mientras los niños echaban a volar sus cometas. Los jóvenes enamorados paseaban de la mano entre flores de todos los colores. Grandes árboles adornaban el paisaje, y se podía ver en la distancia el bello perfil de la ciudad. Mientras el hombre describía todo esto con exquisito detalle, el del otro lado de la habitación cerraba los ojos e imaginaba la idílica escena.

Una tarde calurosa, el hombre de la ventana describió un desfile que estaba pasando. Aunque el otro no podía oír a la banda, podía verlo, con los ojos de su mente, exactamente como lo describía su compañero. Pasaron días y semanas.

Una mañana, la enfermera de día entró con el agua para bañarles y encontró el cuerpo sin vida del hombre de la ventana, que había muerto plácidamente mientras dormía. Apesadumbrada, llamó a los ayudantes del hospital para que se llevaran el cuerpo.

Cuando lo consideró apropiado, el otro enfermo pidió ser trasladado a la cama al lado de la ventana. La enfermera lo cambió encantada y, tras asegurarse de que estaba cómodo, salió de la habitación. Lentamente, y con dificultad, el hombre se irguió sobre el codo, para lanzar su primera mirada al mundo exterior... por fin tendría la alegría de verlo por él mismo. Se esforzó para girarse despacio y mirar por la ventana al lado de la cama... y se encontró con una pared blanca.

El hombre preguntó a la enfermera por qué su compañero muerto le había descrito cosas tan maravillosas a través de aquella ventana. La enfermera le reveló que el hombre era ciego y que no habría podido ver ni la pared, y concluyó: “Quizá sólo quería animarle a usted”.


LA VENTANA , Francesc Miralles.

viernes, 3 de diciembre de 2010


Un amigo, muy amigo, me contaba acerca de la hija de un familiar suyo que padece el Síndrome de Angelman. Sobre la dignidad y la entereza de la madre, su cuidadora principal, que, mermada psíquica y físicamente debido a los muchos años de dedicación y a las múltiples atenciones que requiere su hija, a pesar de todo mantiene las fuerzas intactas y el corazón “entero”. Me contaba que había descubierto en sus abrazos y en los de su hija ese calor que da la inmensa ternura, la fuerza con mayúsculas y el amor, también con mayúsculas. Dejando las minúsculas para esas cosas que a menudo, de forma cotidiana, nos rodean y que llamamos “problemas”.

Gracias a mi quehacer diario, que creo es ya una forma de vida por todo lo que me ha dado, me ha enseñado y que voy incorporando a mi vivir, manejo y me veo envuelta en sensaciones similares, como algo maravillosamente cotidiano.