Otra vez, de nuevo, mi quehacer diario ha vuelto a poner mi
vida en su sitio. Andaba yo preocupada por un asunto familiar cuando, de
repente, Lucía me ha recolocado. Ha ordenado las piezas y el asunto ha pasado a
la cola, su lugar correspondiente desde el principio, aquel en que yo no había
sabido colocarlo.
Lucía tiene casi mi edad. Su pareja falleció hace unos años
tras una compleja enfermedad, de la que también fuimos testigos. Cuando nos ha visto
entrar su gesto ha cambiado y, aunque ya nos esperaba, el pasado ha vuelto de
golpe y el presente se ha hecho fuerte en su cama.
Ha sido una visita difícil, no ha salido de su caparazón. Apenas
podía hablar, entre la fatiga y la emoción. “Lo
siento, no es agradable veros otra vez y más sabiendo por lo que estáis aquí”. Ha
rechazado la enésima quimioterapia que le han propuesto. “Para qué?... Ya sé lo que hay y ya estoy muy cansada de pasarlo mal”. Esquivaba
las preguntas,… ya tenía todas las respuestas.
“No sé cómo será… pero
siento una tristeza infinita”. La desolación campaba a sus anchas por toda la casa,
salpicando a su hija que a duras penas se escondía de ella en la cocina. Creo que
todas teníamos un nudo allí donde se junta el corazón con el páncreas, en ese
lugar donde lo emocional trasciende lo físico convirtiendo los momentos en un tobogán
de sensaciones... y casi ninguna buena.
Tras la visita ha vomitado, se le ha revuelto el cajón donde
se guardan las cosas importantes, las que se hablan y las que se callan. Las que
son y las que están, también las que podrían haber sido.
He llegado enferma a casa,… el tiempo justo para colocar las
cosas en su sitio. Mi vida recolocada de nuevo.
2 comentarios:
Cuanto podemos aprender unos de otros! Cuan variable se pude volver en un segundo nuestra escala de valores...
Gracias por compartir!
Una lección diaria Margarita, nos enseñan continuamente. Nuestros pacientes hablan por los cuatro costados.
Publicar un comentario