Este es el blog de un equipo de Cuidados Paliativos... trabajamos "a pie de cama", en el domicilio del paciente, en su espacio más íntimo y personal.

Todos los días hay un viaje distinto, duro, sorprendente, triste, emocionante... y con un final.

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domingo, 14 de noviembre de 2021

áNGeLes SiN aLaS...

En todos estos años hemos recibido algunos regalos y, sobre todo, cartas de agradecimiento que guardamos como grandes tesoros. Aún me cuesta entender como alguien es capaz de escribir con gratitud cuando el dolor te envuelve tras la pérdida de un ser querido, recordando a quienes te acompañaron en ese trance, en el trascender.

Esas palabras recién salidas del alma, todavía calientes, nos calan hacia las coronarias, llegan al ventrículo y de allí se expanden al resto de las células de nuestro cuerpo, liberando endorfinas y colmándolas con la sensación de lo bien hecho, de aquello que se suele hacer con el corazón.

También, claro, pero en menos ocasiones, hemos tenido quejas por no llegar a tiempo o por no estar cuando más nos necesitaban. Eso sienta mal, duele. El dolor se transmite como una corriente por el espinazo, inesperado, intenso y difícil de manejar.

Todas las cartas vienen siempre firmadas por la familia del paciente, pero hace unas semanas nos llegó una sin firma. Desconocemos el remitente, pero es tan hermosa que quiero compartir solo una parte.

A veces, los ángeles no tienen alas.

Sucede en muchas ocasiones, más de las que creemos, que te cruzas con un ángel,

y al no verlo tocado con su característico par de alas, ni cuenta te das.

Pero es que los ángeles, en muchas ocasiones, no tienen alas.

Ángeles de carne y hueso, de bata blanca y zueco a retalón.

Ángeles que necesitan fumarse un cigarrillo tras cada visita, porque si no,

colgarían la bata y nos entregarían firmada su dimisión.

Que ahogan las lágrimas en sus ojos cansados cada vez que tú te rompes por dentro,

que asumen tu carga y alivian tu pesar.

Ángeles guías más que custodios; más que divinos, humanos;

más que escogidos, amados.

Muchas veces los ángeles vienen sin alas y se las ganan a pulso

con cada palabra, cada sonrisa, en cada mirada.

Ángeles que dejan la vida en cada paciente…

Ángeles que no por temidos son menos queridos.

Ángeles recordados por un día, olvidados el resto y venerados para la eternidad.

Ángeles con nombre de mujer, manos de madre y mirada de hija.

Ángeles en los que creer a pies juntillas, con hechos probados.

Si te apeas un segundo de tu locura diaria y prestas atención, les verás.

Tras batas manchadas por vidas segadas en batallas no ganadas,

archivando historiales que pesan como losas que los cubrirán,

descubriendo nuevas almas a las que salvar.

Detén tu carrera un segundo, observa sus castigados ojos que todo lo han visto

y más que les resta por ver, y descubrirás que en ese preciso momento, a tu lado,

ha pasado un ángel.

No uno, sino dos.

 

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