El camino se desdibuja, no encontramos las huellas y nos da miedo pisar donde otros no lo han hecho porque tememos equivocarnos, hundirnos, caer y no levantarnos más.
Adivinamos por donde nos lleva, pero la oscuridad envuelve lo
que tocamos, el ruido nos engaña y los pasos se enredan entre madreselvas
invisibles.
Así vamos intuyendo el paisaje que se transforma, cruzamos puentes bajo cuyas arcadas se desvanecen dudas y el color se percibe tras las formas a medida que avanzamos.
Si seguimos, en cualquier recodo la luz dibuja a su antojo, golpea nuestra cara y nos damos cuenta una vez más,… de que era eso… la vida, con todo lo suyo... El mejor regalo junto a tu sonrisa.
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