Uno decide alejarse de lo cotidiano por diferentes motivos. Para
dar un respiro a la mente, al espíritu, al cuerpo... o a los tres.
La calma se alterna con otra versión del día a día. Te
adaptas rápido a la nueva existencia, los sueños cambian su vestido, la mirada se extiende hasta el infinito. Quizás las cosas pueden verse desde otra perspectiva,
puedes redondear algún canto afilado y eres consciente de todo lo que tienes,
de todo lo que eres. Una persona afortunada con el universo pendiente siempre
de ti. Una persona a la que la naturaleza ha dotado de grandes cualidades que,
probablemente, se encuentran infrautilizadas. Una persona a la que la vida se
le enreda en los pies para que no la pise de puntillas.
A Teresa, una de las últimas pacientes que vi, le faltaba una
pierna. Sólo pensaba en caminar, como fuese. Soñaba repetitivamente que andaba
y corría por un campo de trigo verde… Al final del sueño, las espigas la hacían
tropezar y caer.
Mientras miro el mar pienso que yo tengo dos piernas que
puedo utilizar y que responden a casi todos mis deseos. Decido pasear y pasear,
andar hasta el agotamiento. Por qué? Porque puedo.
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