Ode to luckby Branchewski |
Hoy voy a contar la historia de C. una paciente de nacionalidad rumana. Cuando la conocí, hace unas semanas, me contó que llevaba en España 3 años, que había vivido en Madrid, Barcelona y que desde hacía un año vivía aquí en Zaragoza compartiendo piso con unos amigos.
C. es viuda y tiene dos hijos que viven en Rumanía, no los ve desde que vino a España... Justo al llegar a Zaragoza, a C. le diagnosticaron un cáncer de mama, la operaron, comenzó con los ciclos de quimioterapia... con los efectos secundarios y también comenzó el miedo, la incertidumbre, y "esa sensación de soledad angustiante":
C. es viuda y tiene dos hijos que viven en Rumanía, no los ve desde que vino a España... Justo al llegar a Zaragoza, a C. le diagnosticaron un cáncer de mama, la operaron, comenzó con los ciclos de quimioterapia... con los efectos secundarios y también comenzó el miedo, la incertidumbre, y "esa sensación de soledad angustiante":
"Hay días en los que estoy tan cansada que no puedo levantarme de la cama, ni puedo comer... y pienso... si me muriera ahora, ¿qué pensarían mis hijos, si no saben que estoy enferma?"...
En nuestra primera conversación ella estaba pensando en volver a su país para tener una conversación con sus hijos cara a cara... "por teléfono o por email, esto no se puede contar", contarles todo lo que había pasado, compartir su angustia y sus miedos con ellos. Pero a la vez... "no quiero preocuparlos, ellos tienen su vida". Estuvimos hablando de la necesidad de compartir sentimientos, emociones, preocupaciones con los nuestros. De organizar nuestros pensamientos, de decidir qué cosas son las importantes en cada momento, de priorizar planes y proyectos de vida.
Hoy la he visto de nuevo, venía para decirme que mañana se iba a Rumanía, que ya se sentía preparada para tener "esa" conversación.
Hoy, esta entrada también tiene su banda sonora...
2 comentarios:
A veces guardamos demasiadas cosas dentro por temor a cargar a los que queremos con más problemas...
Al no comunicarnos cada día nos volvemos más extraños...
¡La pescadilla que se muerde la cola!
Un abrazo
Alondra... siempre un placer leerte.
Mucha verdad en lo que dices: al no comunicarnos nos volvemos más extraños, incluso con las personas con las que compartimos la vida.
Un besazo.
M.
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