Aunque no lo parezca, esta entrada tiene mucho que ver con los
contenidos de este blog. Tiene ya unos años, pero sigue tan vigente como cuando
fue escrita. Habla de miedo, de abandono, de soledad, de esperanzas que se
truncan, de querencias, de entrega, de dolor, de vida, de amor y de desamor. Por eso creo
que es importante pensar también en ellos como parte indispensable de nuestras
vivencias que, al fin, conforman nuestra ViDa.
“Monólogo de un perro”
Yo no creo haber hecho nada malo esta mañana....
Me parecieron todos muy nerviosos. Iban y venían por los
pasillos, esquivándose unos a otros.
Ella le gritaba a la madre de él, y los dos niños, con las
manos llenas de cosas, entraban en el dormitorio de los padres, que yo lo tengo
prohibido.
La pequeña – la más amiga mía - chocó contra mí dos o tres
veces. Yo le buscaba los ojos, porque es la mejor manera que tengo de
entenderlos: los ojos y las manos. El resto del cuerpo ellos lo saben dominar
y, si se lo proponen, pueden engañarte y engañarse entre sí; pero las manos y
los ojos, no.
Sin embargo, esta mañana mi pequeña ni me quería mirar. Sólo
después de ir detrás de ella mucho tiempo, en aquel vaivén desacostumbrado, me
dijo: “Drake, no me pongas nerviosa. ¿No ves que no vamos de veraneo, y están
los equipajes sin hacer?” Pero no me tocó ni me miro. Yo, para no molestar, me
fui a mi rincón, me eché encima de mi manta y me hice el dormido.
También a mí me ilusionaba el viaje. Les había oído hablar
días del mar y de la montaña. No sabía con certeza qué habían elegido; pero
comprendo que, en las vacaciones – y más en estas, que son más largas que las
otras dos - mi pequeña podrá estar todo el día conmigo. Y lo pasaremos muy
bien, estemos donde estemos, siempre que sea juntos...
Tardaron tres horas en iniciar la marcha. Fueron bajando las
maletas al coche, los paquetes, la comida - que olía a gloria - y los
envoltorios del último momento. Yo necesitaba correr de arriba abajo por la
escalera pero me aguanté. Cuando fueron a cerrar la puerta, eché de menos mi
manta. Entré en su busca; me senté sobre ella; pero él me llamó muy enfadado. –
“¡Drake, venga! “ - , y no tuve más remedio que seguirlo.
Mientras bajaba, caí en la cuenta de que, en el lugar al que
fuéramos, habría otra manta. Ellos siempre tienen razón. Los tres mayores, mi
pequeña, su hermano y yo.... Era difícil caber en aquel coche, tan cargado de
bultos; pero estábamos bien, tan apretados todos.
Yo me acurruqué en la parte de atrás, bajo los pies de los
niños. La madre de él se sentó en un extremo, que suele ser su sitio, y todavía
no se le habían olvidado las voces de ella, porque no decía nada; solo miraba
las calles y las calles y la luz, que era muy fuerte, a través del cristal...
Los niños se peleaban con cualquier pretexto esta mañana; seguían muy
nerviosos. Yo sufrí sus patadas con tranquilidad, porque sabía que no iban a
durar y porque era el principio de las vacaciones.
Cuando, de pronto, el niño le dio un coscorrón a mi pequeña,
yo le lamí en cambio las piernas con cariño; pero ella me dio un manotazo ,
como si la culpa hubiera sido mía. La miré para ver si sus ojos me decían lo
contrario.
Ella, mi pequeña quiero decir, no me miraba. Fue cuando ya
habíamos perdido de vista la ciudad. Él se echó a un lado y paró el coche. los
de delante daban voces los dos no sé si por qué discutían o por qué. La madre
de él no decía nada; ya antes había empezado a decir algo, y ella la corto con
muy malos modales.
Tampoco los niños decían nada.....
Él bajó del coche y cerró de un portazo; le dio la vuelta;
abrió la puerta del lado de los niños, y me agarró por el collar.
Yo no entendí. Quizá quería que hiciese pis, pero yo lo había
hecho en un árbol mientras cargaba y disponía los bultos. Empujó con violencia
la puerta, y volvió a sentarse al volante.
Oí el ruido del motor.
Alcé las manos hacia la ventanilla; me apoyé en el cristal,
detrás de él vi la cara de mi pequeña con los ojos muy redondos; le temblaban
los labios... Arrancó el coche, y yo caí de bruces.
Corrí tras él, porque no se daban cuenta de que yo no estaba
dentro; pero aceleró tanto que tuve que detenerme cuando ya el corazón se me
salía por la boca... Me aparté, porque otro coche, en dirección contraria, casi
me arrolla.
Me eché a un lado, a esperar y a mirar, porque estoy seguro
de que volverán por mí.......Tanto miraba en la dirección de los desaparecidos
que me distraje. y un coche negro no pudo evitar atropellarme....... No ha sido
mucho: un golpe seco que me tiró a la cuneta.....
Aquí estoy.
No me puedo mover. Primero porque espero que vuelvan a este
mismo sitio en el que me dejaron; segundo, porque no consigo menear esta pata.
Quizá el golpe del coche negro aquél no fue tan poca cosa como creí........
Me duele la pata hasta cuando me la lamo.
Me duele todo.......
Pronto vendrá mi pequeña y me acariciará y me mirará a los
ojos. Los ojos y las manos de mi pequeña, nunca serán capaces de engañarme.
Aquí estaré... Si tuviese siquiera un poco de agua: hace
tanto calor y tengo tanto sueño......
No me puedo dormir. Tengo que estar despierto cuando
lleguen...
Me siento más solo que nadie en este mundo... Aquí estaré
hasta que me recojan.
Ojala vengan pronto.....
Antonio Gala
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