Este es el blog de un equipo de Cuidados Paliativos... trabajamos "a pie de cama", en el domicilio del paciente, en su espacio más íntimo y personal.

Todos los días hay un viaje distinto, duro, sorprendente, triste, emocionante... y con un final.

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miércoles, 17 de octubre de 2018

La PRiMeRa NoTiCia...



Hacía unas semanas que orinaba raro. Las digestiones eran más pesadas, tenía gases y, además, estaba cansada. Será el estrés, pensé. Con todo lo que vives cada día, te has vuelto medio hipocondríaca!

No me gustan los médicos, en general. Y mucho menos verme obligada a acudir a ellos.

La siguiente escena que recuerdo es en el servicio de Hemodiálisis. Tenía que ir dos veces por semana, estaba a la espera de unos resultados y de un, más que probable, trasplante de riñón. Todo había sucedido muy rápido, apenas recuerdo la secuencia de acontecimientos, pero había pasado algo,… algo que daba otro rumbo a mi vida. Un rumbo oscuro, como de pesadilla.

Algunas enfermeras de la sala me conocían. Mientras me aplicaban el tratamiento las veía mirarme y hablar entre ellas. Me sentía asustada y sola. Algo pasaba, todo era muy raro y amenazante. No me atrevía a preguntar... por si la respuesta reafirmaba lo que ya me imaginaba. (Alguien me dijo una vez: "Cuando se pronuncia ya no hay marcha atrás, ya es")

Ya en el despacho, con mis compañeros habituales, el trato tampoco era igual. Me miraban, hablaban a media voz y no llegaban a terminar las frases. Eso me preocupaba. Me trataban con delicadeza, no con normalidad, como si fuera a quebrarme en cualquier momento. Estaba asustada y debía pasarme algo malo, pensaba sin querer pensarlo. Tenía miedo, mucho miedo, y me sentía muy sola.

Al salir a la calle, una amiga me acompañó un tramo. Me dijo que sentía lo que estaba pasando… Qué está pasando?, le pregunté. Lo de tu cáncer, me dijo. Tengo cáncer pues? Me lo imaginaba pero no quería ponerle nombre. Ay, igual he dicho algo que no debía.

El mundo bajó su telón, la función se terminó de repente. Pensé en todo lo que fue y en lo que no pudo ser. En lo que debía y en lo que quería. En esas pequeñas y tan grandes traiciones propias. En la verdad y en la mentira, en el respeto y en la lealtad. En cómo nos trastabillamos hasta hacernos caer, solo con la fuerza del aire. Apenas hay piedras.

Ahora sí, ahora tengo una piedra en la mano. Qué dura la noticia. Habrá que hacer algo… pero de momento, soñar es lo que me queda, pensé con una tristeza infinita, inabarcable.

Después, desperté.




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