Y me pierdo. Me pierdo en el mar, entre las montañas, pisando
hojas amarillas, escuchando el rumor de las olas, viendo el ocle rojo esparcido
en la arena, sintiendo el frío en la piel.
Porque se me apodera el sufrimiento. Me duele Luis cuando
sale de la habitación al tiempo que nosotras entramos en ella. Me duele que le
duela no querer escuchar una vez más que su mujer se muere, “Con escucharlo una vez ya basta”. Me asombra
la biografía de su hija, me quedo con la sonrisa de su madre. Escucho historias
de generosidad, de lealtad y de amor, de guerra y dolor, en blanco y negro y en color, escondidas entre un rumor de visillos, enmarcadas
por tristes miradas que tras unos minutos de conversación, no más, se tornan
risueñas y nos devuelven la vida. La vida que intentamos dar, la que nos
transforma mientras la vivimos.
Mi quehacer diario se convierte en mi vida y viceversa… Y me
pierdo.
1 comentario:
Y te pierdes porque eres paz, porque con tu sola presencia el corazón se aquieta y los temores se claman.
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