Este es el blog de un equipo de Cuidados Paliativos... trabajamos "a pie de cama", en el domicilio del paciente, en su espacio más íntimo y personal.

Todos los días hay un viaje distinto, duro, sorprendente, triste, emocionante... y con un final.

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jueves, 9 de agosto de 2018

CuaTRo MuJeReS...


Éramos cuatro mujeres sentadas alrededor de una cama. Madre e hija sobre ella y nosotras dos al lado, cerrando el círculo. Las ventanas nos mostraban un universo verde. Verde de pinos, verde más claro de hierba, oscuro el de las montañas del fondo y entre rama y rama, uniéndose a tropezones en lo alto de las laderas, el azul de la mañana. A solas con nuestras voces y nuestros silencios, fuera el sonido de los pájaros dibujando una orla a nuestro alrededor. Como una diadema de flores.

Eva aún tiene el sobresalto en el cuerpo. Hace apenas dos meses navegaba por el mundo, cosa que hacía desde mucho tiempo atrás, viviendo temporadas largas en lugares diferentes. Siempre viajera independiente, ávida de experiencias y de conocimiento. Un imprevisto la llevó a tierra.  

Lo ha aceptado como ha hecho con todos los obstáculos que la vida le ha ido planteando, de cara, con la verdad por delante y buscando opciones, soluciones. Sin demora, ya que el tiempo apremia.

Es tranquila y sonriente, habla despacio y encaja bien la diversidad... es flexible como un junco. Su hija le acaricia las piernas. Pero no puede más con la dependencia que se desprende del avance de su enfermedad, no quiere hacer sufrir a los suyos, aunque se adapta al papel que le está tocando vivir… “Aún no puedo creérmelo, pero las cosas son así. He sido feliz, me he casado y me he separado dos veces… no aguanto demasiado... o no me aguantan a mi. Tengo dos hijas de las que estoy muy orgullosa. Pero quiero morirme ya. Lo que viene va a ser cada vez peor para todos. Me he puesto en contacto con esa asociación suiza del suicidio asistido, pero llevará su tiempo…”. Y probablemente no lleguemos ni a que puedas hacer el viaje, mamá. 

Se lo queremos decir a su madre, a mi abuela de 93 años que vive fuera y nos llama a menudo, pero no sabemos bien cómo hacerlo. “Pero tiene que saberlo ya, tiene que estar preparada para cuando me muera”. Claro, ya no tiene edad para enterarse en el entierro, dice su hija. Ambas sonríen. Probablemente ella sabe más de lo que dice, por detalles, preguntas con respuestas ambiguas,… le decimos. Hablamos de la muerte y del después con una gran naturalidad, las cuatro. Yo me siento como en una nube, verídico.


“No soy creyente, no sé qué habrá después… si seré parte del viento o de la tierra. Pero estoy muy tranquila… estoy en paz”, dice con una sonrisa.



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