Este es el blog de un equipo de Cuidados Paliativos... trabajamos "a pie de cama", en el domicilio del paciente, en su espacio más íntimo y personal.

Todos los días hay un viaje distinto, duro, sorprendente, triste, emocionante... y con un final.

¿Nos acompañas?.



viernes, 11 de diciembre de 2009


Lucía tiene 95 años, “aún no, los haré en marzo...si llego”.

Además de tener unas piernas impresionantes, bien torneadas, una artrosis incompatible con la edad, sin una variz ni rastro de edemas, un cuerpo ágil que le permite caminar sólo con la ayuda de un bastón, una sonrisa pícara que se pasea por su cara a menudo y unos ojos vivarachos que siguen todos nuestros movimientos (ahora me voy a operar de cataratas porque he perdido mucha vista..., es lo que tiene hacerse tan mayor...), además de todo esto, posee un tesoro: una memoria prodigiosa y ganas de compartir lo vivido con un café para los visitantes y el plátano que ella suele merendar.

Vive en el pueblo más perdido del valle, también el más bonito, el mejor conservado, donde hace menos de un año abrieron un bar en el que dan comidas y venden artículos básicos (sal, azúcar, aceite, vino, latas de conservas,...). Antes de que construyeran la carretera, en los años sesenta, tenían que bajar a comprar lo imprescindible al pueblo más grande y más cercano, por un camino pendiente (era còsta) durante más de media hora, y...después subirlo cargados, como podían. Luego quedaron de acuerdo los vecinos en bajar al pueblo uno por familia cada vez, acompañados de un burro o una mula, y traer lo necesario para los demás.

En un ambiente cálido y relajado, más a medida que van pasando las horas, nos cuenta mil y una historias, recuerdos vividos en otros tiempos mucho, mucho, más duros.

“Cuando nació mi hija, estuve de parto 3 días, desde el viernes al domingo. Bajamos a buscar al médico, con un caballo, porque el médico nunca subía andando, y cuando llegó yo ya había parido con la ayuda de Cristala, la hija de Pepito. Cuando llegó el médico, ya habíamos colgado una sábana blanca en el balcón (ese era el aviso de que ya había nacido el bebé, para que se enteraran los hombres, entre ellos mi marido, que estaban trabajando en el campo), bueno, pues cuando llegó, el médico se enfadó porque había subido para nada.... Fue en octubre del cuarenta y ocho y, desde luego, los niños que nacían entonces tenían que tener muchas ganas de vivir, porque era muy difícil salir adelante con el frío y los pocos medios que teníamos...

Ahora el médico sube en coche cada 15 días, y aunque pasa visita en el consultorio, él y la enfermera siempre paran en casa para verme y tomarme la tensión.


Antes le pagábamos las igualas y le regalábamos jamón, chorizo,...cuando la matanza, pero ahora yo le regalo para las fiestas una botella de buen vino y unos bombones, que sé que le gusta.

Había muy buena relación con los vecinos. Siempre, después de cenar, nos juntábamos en alguna casa, y, alrededor del fuego, charlábamos, cantábamos y lo pasábamos bien. Si venía algún guardia civil o carabinero, le dejábamos el mejor sitio, el más calentito para que se le secara la capa.

Yo tenía una hermana casada y con un hijo, de meses, en Francia, que entonces estaba ocupada por los alemanes, bueno aquí también había alemanes. Me mandó una carta pidiéndome que me quedara yo con el crío, porque era menos peligroso. Hicimos el intercambio en lo alto de esa montaña que veis allí enfrente. Salí al anochecer, para que no me vieran, y estuve caminando toda la noche hasta que llegué allá arriba y me dieron la criatura. La crié como un hijo más hasta que cumplió los 7 años.

Siempre he vivido en el pueblo, como mucho he ido, mejor, me han llevado, al hospital en donde he estado ingresada varias veces, alguna vez se han creído que no salía...pero yo quiero estar en casa, con mi hija. El viaje más largo que he hecho...ha sido a Valladolid a ver a mi cuñada.”

María, su hija y cuidadora principal, está agotada. Se ha implicado hasta tal punto con su madre (hay un sentimiento de culpabilidad medio escondido para ella, pero fácil de advertir desde afuera), que duerme con ella en lugar de con su marido, casi no puede salir a la calle porque su madre se enfada si no la tiene cerca. Según María, no reconoce y pareciera que no valorara lo que tiene, y trata “mejor” a sus otros hijos cuando vienen de visita el fin de semana. Esto a María le sienta muy mal y no lo entiende. María piensa que ya vivirá cuando su madre falte... ”pero entonces surgirán otras cosas...”, nos dice. La animamos a vivir ahora.






3 comentarios:

C.S. dijo...

Pero vamoavé!!!! Tu no estás de vacaciones???

Oyee!!! cómo se llama el pueblo más perdido del valle... más que nada por si necesito perderme... y eso.
Besos compi!!!

Bichita23 dijo...

Como se hace para vivir ahora, ¿porque los cuidadores sentimos culpa?, porque ellos siempre son más amistosos o amorosos con los hijos que no los cuidan? pero si uno que es el que los cuida dice que se va unos días así sea a trabajar por un lado en mi caso llora y por otro lado yo no disfruto pensando que no tengo derecho a hacerlo mientras ella está imposibilitada de disfrutar, porque unos decidimos ser cuidadores mientras otros siempre enmcuentran una excusa para no hacerlo?

Alondra dijo...

Hermoso relato, volví a ver a mi abuela, derecha como un junco, haciendo sonar el bastón en el pasillo y contando como iba lavar al río y rompía los bloques de hielo en el invierno, no había guantes y las manos rojas picaban luego con el calor...
Mi costilla y yo somos hijos únicos, entre ambos cuidamos a sus padres, fue duro, muy duro porque yo a veces me sentía utilizada...
El caso es que ambos tuvieron una muerte dulce, creo que la vida sabe hasta donde puede apretar el nudo...
Hoy me siento bien, como pareja nos unió más, aunque reconozco que las mayores discusiones surgieron en esa época...
A mis hijos también le dí un buen ejemplo, la familia es para las buenas y las malas.
De todas formas las cosas se hacen porque uno siente la necesidad de hacerlas; también me dolía que las mejores sonrisas fueran para las visitas, pero a veces no es falta de cariño, simplemente la confianza es lo que tiene, creemos que el cariño se dá por sabido.
Un saludo muy afectuoso