La hermana de una de mis muy amigasqueridas ha escrito un
libro de relatos. Sabe contar historias cotidianas en párrafos cortos y tiene
una imaginación infinita, incluso hasta el más allá.
Ella se llama Inma
Ponce y “Un puñado de locuras y algún cuento más” es como despertar de
un sueño y seguir soñando. Os dejo uno de los cuentos que trae de una mano a la
vida, mucha,... y de la otra a la muerte.
En el País de las Hadas
Alba aún no había cumplido los dos años cuando comenzaron a
salirle las alitas… La cigüeña se equivocó, y dejó en el hogar de la familia
Arroyo a un pequeño bebé que no era exactamente lo que parecía.
Los papás de Alba no daban crédito a lo que sucedía, ya que
hacía muchos años que no se había dado un caso así; las revisiones a las
cigüeñas eran constantes desde que en una ocasión, una de ellas se equivocó y
dejó a una familia un gnomo del bosque como hijo.
Cuando lograron asumir lo que el médico les había confirmado,
empezaron a atar cabos.
Claro, dijo la mamá. Ahora entiendo lo de su pelo, tan dorado que parecía irreal, lo de esos
preciosos y tremendos ojos azules, del color del océano en calma, lo de esa
sonrisa tan… tan de Hada.
Y lo de su piel?, dijo el papá. Esa piel tan tersa y brillante, como si alguien se hubiese entretenido
en tintar de purpurina todo su cuerpo.
- Tendré que consultar con el Dr. Albéniz, que es el Hadólogo
de la clínica, les dijo el médico algo dubitativo. Pero si no me equivoco, en
el momento que a la niña, quiero decir a la criatura, a Alba, le terminen de
madurar las alas, emigrará lógicamente al País de las Hadas.
Y cómo sabremos que ha
llegado el momento?... Y estará bien allá donde va?, preguntó la mamá con preocupación en
la voz.
- Al amanecer siguiente del día en que Alba levante del
suelo, gracias a su propio aleteo, un equipo de H.A.R. (Hadas Al Rescate) irá a
buscarla a casa y la recogerán. A su segunda pregunta le responderé con otra,
el doctor miraba a Alba fascinado, lo cierto es que era una criatura bellísima.
Sabe algún sitio mejor para un Hada que el País de las Hadas?
Así fueron pasando los días y mientras que a la pequeña le
iban creciendo las alitas, sus papás se iban haciendo a la idea de que Alba se
marcharía pronto. Ciertamente, la iban a echar de menos.
Y una tarde sucedió. Tras varias torpes intentonas, la dulce
aprendiz de Hada levantó su luminoso cuerpecito varios palmos del suelo. Su sonrisa
era hermosa, se palpaba en el aire lo inmensamente feliz que era.
… Al amanecer, una pequeña brisa les sorprendió dormidos… A
los pies de la cama tres pequeñas Hadas esperaban ser vistas. Al despertar y
entender lo que iba a ocurrir, Alba fijó sus enormes ojos en los de su mamá y
le dedicó la sonrisa más bonita jamás ofrecida a ningún ser humano. Con su
pequeña manita acarició el rostro de sus papás con tanta dulzura, que de
inmediato la paz les inundó a ambos. Una de la Hadas rozó con su varita los
rizos dorados de la niña e instantáneamente su tamaño se asemejó al de ellas. Revolotearon
unos segundos por la habitación, seguidas por una estela de vapor luminoso y
una a una fueron saliendo por la ventana, adentrándose en el frescor de la
mañana recién estrenada.
Los papás de Alba se abrazaron emocionados… Lloraban,
sonreían. Lo habían entendido y asumido. La pequeña no era de este mundo, se
tenía que marchar con los suyos.
Incluso estaban agradecidos a la atolondrada
cigüeña que, equivocadamente, les había traído una criatura tan especial, por
el regalo tan inmenso que había sido su presencia durante esos escasos dos
años. Además, según el Dr. Camino les dijo, un Hada nunca se marcha del todo.
Eso también lo entendieron. Alguna que otra noche, una suave
brisa les despertaba justo a tiempo de ver una tenue lucecita escapando hacia
el cielo.
Para Alba Arroyo, in memoriam.
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