Aunque uno no quiera hay algunos pacientes que te llegan más hondo. Aquellos con los que la relación ha sido más intensa, porque ha habido más tiempo para compartir o porque los momentos compartidos han sido de una especial crudeza. Aquellos con los que has hablado más rotundamente de la muerte, al final ya sin rodeos, y junto a los que has reconocido el miedo y el dolor más intimo. Aquellos rodeados de cariño y buen hacer por sus familiares más cercanos, a los que detrás de la puerta o en la cocina tenías que sujetar para que no se derrumbaran, y con los que la relación y el lazo que te une sabes que ya va a ser para toda la vida. Las sonrisas, las miradas, los olores, los roces, los abrazos con todo el cuerpo, los besos desde el alma, los detalles, el calor, el frio, las frases entrecortadas, las lágrimas,...eso no se olvida jamás.
Y se mueren, porque al final se mueren...
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