Hoy ha fallecido la madre de mi querida Rosa. Una muerte no
por esperada, menos dolorosa.
Antonia lucía siempre esplendorosa. Le gustaba pintarse los labios y, cuando no pudo hacerlo ella lo hacía su marido. El color rojo adornaba la sonrisa casi permanente que la acompañó hasta sus últimos días. Te miraba y sonreía… con la boca y con los ojos. Era curiosa y siempre estaba atenta, intentando no perderse… ni en la conversación ni en la existencia.
Paco fue su compañero de vida. Su faro cuando ella comenzó a adentrarse en la enfermedad del olvido y su bastón mientras estuvo dentro.
Felices y compenetrados vivieron la vida, disfrutándola y riendo lo que pudieron… claro que hubo de todo, como en todas partes. El uno con el otro y el otro sin saber donde ir sin el uno. Siempre dispuestos y agradecidos. Siempre juntos.
A mi me recordaban a mis padres. Recuerdos de una vida llena de… vida.
Dos biografías plenas de vivencias, de sabor, de olor, de mucho “con” y de mucho “por”, de ratos buenos, muy buenos y algunos regulares. Luchando por sacar adelante a una familia de la que se sentían especialmente orgullosos, sólo había que oírles hablar de su hijos. Entusiasmados, en el tiempo en que yo los conocí, con los pequeños placeres que la vida les ofrecía cada día, viviendo… sin más y sin menos. Muy sabios… como los míos.
Antonia, de ti recordaré tu cercanía, entrañable. Y de Paco, todavía espero seguir acumulando recuerdos.