No sé por dónde empezar. Tanto tiempo… Han pasado tantas
cosas y a la vez tan pocas. Mejor dicho, han pasado muchas para llegar a
ninguna. A veces la tristeza se adueña de tu vida, sin un motivo concreto, sin
un porqué. El paisaje se difumina y los colores pierden tono. La sonrisa se
resiste a salir y te quedas a media luz.
Hace tiempo que no trabajo, por eso el blog está desatendido,
desnudo. Y no sé cómo explicarlo. Lo intento.
Un buen día se me empezaron a amontonar los muertos. Estaba
rodeada, los llevaba a la espalda y, los que no me cabían, los iba dejando en
la cuneta. Llegué a olvidarme de sus nombres y sus direcciones. No de sus caras
ni de su entorno.
Mis muertos personales aparecieron de nuevo. Un duelo
acumulado y dos no resueltos. Siempre busqué seguir trabajando a pesar de ello.
Me hice cargo de la empresa familiar y continue con mi trabajo habitual. Parece
ser que no fue lo más correcto por mi parte, aunque no fui consciente hasta
unos años después.
Pensaba a menudo en mi muerte, en una enfermedad propia, en
una fecha de caducidad con mi nombre. Me paré. Me recogí, di un paso atrás para
buscar e intentar recuperar los trozos y volver a unirlos. En eso estoy, a
veces cuando no pasa nada, pasa todo.
Sin embargo, parece que sigo atrayendo historias de vida
parecidas a las que he vivido durante años. Continúo haciendo acompañamiento y
utilizando lo que aprendí en mi trabajo o quehacer diario, como me gusta
llamarlo. El padre de un vecino falleció hace poco de una enfermedad oncológica
y, aunque era atendido por su equipo de Cuidados Paliativos, me llamó y
compartimos las últimas semanas hasta que llegó el final. La mujer de un amigo mantiene
una mala relación con su cuerpo y con mi amigo tras una mastectomía que, quien
sabe si la habrá salvado de morir más adelante, ojalá. La hermana de otro amigo
falleció hace unos meses de un silencioso carcinoma de ovarios, y también
estuve allí.
Cuando voy a comprar comida al sitio habitual, el carnicero
me cuenta un día que su padre padece una demencia con tintes agresivos, pero lo
peor es que convive con un hijo alcohólico que se ocupa más bien poco, bastante
tiene con lo suyo y con sus varios ´´Proyectos Hombre¨ iniciados, sin conseguir
llegar al objetivo. Me hace una copia del informe médico, a ver si puedo hablar
con su doctora y echarle una mano.
Una amiga me cuenta que a su hija le han diagnosticado una
endometriosis y que probablemente no podrá ser abuela, le digo que no se
preocupe, que eso es lo de menos. Casi se enfada.
También me encuentro a gente que derrocha sonrisas y buen
querer. A veces, a pesar de los pesares. Ahí me quedo un rato largo.
Han sido años de pérdidas, pero también de hermosos
encuentros. No puedo estar más agradecida a la vida.
Así que mis Carreteras
Secundarias continúan, con sus curvas, sus cambios de rasante y su variado y
maravilloso entorno.