Este es el blog de un equipo de Cuidados Paliativos... trabajamos "a pie de cama", en el domicilio del paciente, en su espacio más íntimo y personal.

Todos los días hay un viaje distinto, duro, sorprendente, triste, emocionante... y con un final.

¿Nos acompañas?.



lunes, 24 de septiembre de 2018

CueSTióN De oLoReS...



A veces la muerte huele. Ya lo he comentado otras veces.

Salimos del ascensor y nos acercamos a la única puerta abierta del rellano.  Entramos en silencio al recibidor vacío y de golpe los efluvios de la muerte nos envuelven allá donde vayamos, del pasillo a la sala de estar. Es un olor sutil a veces, intenso otras.

Al marido de Carmen le cuesta mantener la compostura. Ambos son jóvenes, él jubilado recientemente y ella dentro de unos meses. Como la mayoría de los mortales, se privaron de muchas cosas durante toda su vida con el fin de conservar unos ahorros para el final,… pero el final se ha adelantado y les ha pillado con el paso cambiado.

Él nos cuenta que apenas duerme por la noche, que continuamente le demanda. Le demanda agua, le demanda pis, le demanda que le de la mano, le demanda… sin más. “Tiene miedo, creo yo,… pero yo también lo tengo”, nos dice con un hilo de voz. Al momento nos cuenta todo el lío de pastillas tranquilizantes y para el dolor que le va alternando y dando a su criterio, lo tiene todo bien apuntado, junto a la hora en que se lo da.

“Estaba deseando que vinierais, no me aclaro y no sé si lo estoy haciendo bien. No sé si tiene dolor o si está angustiada. No sé nada. Además prácticamente no puede tomar ya nada por vía oral, se atraganta continuamente. El médico le quiso poner una palomilla subcutánea, pero ella se niega, mantiene intactos los cinco sentidos. No sé qué más hacer ya.”

Vamos a verla al dormitorio. El olor es cada vez más intenso.

Vemos a Carmen, apenas 30 kilos, echa un ovillo a un lado de la cama y al otro lado, acostada también y sin hacer ruido,… ella. Parece como una liberación. Reina la paz y el silencio. Carmen duerme. Me siento al otro lado de la cama, de forma que me pueda ver si abre los ojos. Los abre y nos saludamos, al tiempo que busca mi mano. Con voz muy bajita me dice “Para qué?”. Para que estés cómoda, tranquila y sin dolor, le digo. Le hablo despacio de la palomilla que le aportará la medicación sin molestarla. Me mira fijamente, con una de esas miradas que lo dicen todo, todo, y contesta “Bueno”.

Al salir de su casa nos envuelve el olor a guiso, a fruta, a madera. A ViDa.




miércoles, 5 de septiembre de 2018

Sé Que No QuieRo SaBeR...



Matías acompañó a su mujer hasta la puerta de la residencia cuando fue consciente de que ya no podía hacerse cargo de ella en casa, con las pocas ayudas con las que podía contar. Dejó la maleta en el vestíbulo mientras una auxiliar se acercaba a ella con intención de llevarla dentro. Ella se giró y  buscó a Matías con la mirada. Él, que con los ojos anegados en lágrimas a duras penas intentaba rehuirla, la miró por última vez. Aún no creía lo que estaban viviendo.

Por la tarde le era imposible olvidar lo vivido hacía unas horas,… la casa era grande y la cama no digamos… y el silencio. Por quién se iba a levantar los demás días? Cogió su maleta y fue a la residencia donde su mujer ya lo esperaba hacía rato. Cuánto has tardado, qué hacías? Le preguntó ella. Nada hermosa, ya estoy aquí, contigo.

Pasaban los días y él cogía su bicicleta a menudo para irse hasta su pueblo y ver su casa, la casa de sus vidas. Ella poco a poco iba progresando, su olvido ya ocupaba la mayoría de los espacios que sus neuronas dejaban vacíos. Sólo sonreía sentada junto a él, cogidos de la mano.

Ella falleció hace dos años y él decidió quedarse. Hace unos meses le detectaron una enfermedad oncológica que progresa rápido.

En las primeras visitas negaba tener preocupaciones. Estoy flojo, claro tengo muchos años.” Hace unos días durante una de las visitas, nos quedamos solos, la enfermera, él y yo. Todo el tiempo había estado mirando hacía no sé qué, parecía triste. Le dimos tiempo, y al cabo de un silencio cargado de emoción nos dijo: “Yo creo que tengo algo malo, cáncer o algo así… pero no me lo quieren decir o no saben lo que es.” Ante nuestra disposición a intentar ayudarlo acerca de si había algo que quisiera saber sobre su enfermedad o sobre cualquier duda o preocupación, nos dijo tranquilamente: “No quiero preguntar porque no quiero saber,... porque si no la cabeza empezará a pensar y caeré”.

Se puede decir más alto pero no más claro.