Este es el blog de un equipo de Cuidados Paliativos... trabajamos "a pie de cama", en el domicilio del paciente, en su espacio más íntimo y personal.

Todos los días hay un viaje distinto, duro, sorprendente, triste, emocionante... y con un final.

¿Nos acompañas?.



miércoles, 17 de abril de 2019

ToDo eSTá BieN...


Aún a mi pesar, mis pies me llevaron de nuevo al hospital.

Y como cada año, a veces cada seis meses, unos días antes el miedo empezó a enroscárseme en las piernas, subía y bajaba del estómago y condicionaba mis reacciones ante todo lo que pasase a mi alrededor. Una simple revisión, por las dudas, me dijo el ginecólogo.

A duras penas llegué a la Unidad de Mama del hospital y allí, como otras veces, se me vino el mundo encima. Vi a mi hermana por el pasillo y la pena volvió a tropezar conmigo. Me senté junto a una mujer que cubría la alopecia causada por la quimioterapia con un pañuelo en la cabeza. Miraba su móvil, yo también, y escribía: “Estoy esperando los resultados”. Todas esperábamos resultados, los resultados de la rifa que el universo hace de vez en cuando, cuando nadie lo espera... y que siempre te pilla con el pie cambiado. La tristeza cubría las paredes de la sala de espera, esperando a que dijeran nuestro nombre.

Una mujer con mala cara entró despacio en una consulta, muy despacio, como haciendo tiempo, como saboreando ese tiempo en el que aún no eres consciente y sigues disfrutando de la inconsciencia… Un poco más de tiempo. Mientras su acompañante cerraba la puerta, sólo acerté a oír desde el otro lado de la mesa: “Malas noticias…”. Era lo esperado. Qué duro caer desde esa preciosa, y nada valorada, inconsciencia (llamada vida) a las baldosas verdes del despacho!

Me llaman. Un auxiliar muy simpático, con acento del sur, me espera con una sonrisa en la puerta. Hablamos y nos reímos de no sé qué, mientras me va haciendo la prueba.

Después espero. Espero. Espero. Me imagino casi todas las posibilidades, cómo cambiará mi vida en un instante, cómo afrontaré ese cambio. Habrá que ser fuerte y asumirlo. Mi vida da un vuelco, mis planes han de rehacerse, hay cosas que deberán esperar. Lo primero es lo primero.

Me vuelven a llamar. No sé si ir. Sí, voy. Me dicen que todo está bien. Bien?, les digo. Bien, me repiten. No puedo evitar sonreír de oreja a oreja.

Salgo a la calle y todo es nuevo. Todo está bien.




domingo, 7 de abril de 2019

MiéRCoLeS De CeNiZa...



Fina es menuda, ágil y nerviosa. Habla y mira constantemente a su alrededor, pareciera que espera algo o a alguien. Está sentada en el sofá delante de la mesa, donde aguardan una bandejita de plata y una cucharita.

“Hoy es miércoles de ceniza, va a venir el cura y, de paso, me dará la extremaunción. Ya la recibí hace un mes, pero como todavía estoy aquí… pues eso.

Cuando me dijeron lo que tenía, ya saben un cáncer, no quise más pruebas. Me muero, ya lo sé. Mi marido lleva muriéndose dos años, pero de viejo. Está en la cama y mi hija ya no puede con los dos.

Sólo les quiero pedir una cosa, pero sin que les suponga un compromiso, eh?  Cada día tengo más dolor y estoy más nerviosa, no tengo miedo, quiero morirme ya. Por favor. Sé que pueden hacerlo.”

Nos mira con unos ojos azules como el cielo que ella está esperando. Tranquila, serena, con una seguridad pasmosa, como si nos estuviera pidiendo un plátano. Su hija asiente desde el quicio de la puerta. Ya hace tiempo que han hablado largamente del tema, es algo asumido por las dos partes.

Se hace el silencio. Nos miramos, seguimos cogidas de la mano, acariciándonos suavemente.

Imagínate sin dolor, le decimos al fin. Y sin ese sufrimiento que te genera el que tu hija tenga que estar pendiente de ti continuamente. Imagínate serena, sin malos sueños, con paz. Imagínatelo.

Sonríe. Podéis hacerlo?, nos dice. Lo intentaremos y nos cuentas. Volveremos a hablar muy pronto.

Al cabo de pocos días su hija nos cuenta que duerme tranquila, cosa que no ocurría desde hacía semanas, y que se sienta en el sillón para comer algo suave y hablar con ella y con  las pocas visitas que acuden a su casa. No tiene dolor y le repite: “Estas chicas entendieron lo que yo quería”.

A veces, sale bien.