Este es el blog de un equipo de Cuidados Paliativos... trabajamos "a pie de cama", en el domicilio del paciente, en su espacio más íntimo y personal.

Todos los días hay un viaje distinto, duro, sorprendente, triste, emocionante... y con un final.

¿Nos acompañas?.



lunes, 31 de diciembre de 2018

2019...




Y acaba el año.

Me pasa que no lo puedo cerrar del todo… por los bordes asoman retazos de colores y algunas reliquias. No sé si me servirán todavía o tendré que darlos, porque he crecido este año. 

Los tesoros los guardo y los amores los comparto. Ha sido un año repleto de ViDa.

Salud, ilusión, esperanza, amor,... y mi mejor deseo para este año y los que nos queden por ViViR.



lunes, 24 de diciembre de 2018

PaZ...



Las palabras NO se las lleva el viento… 

Las palabras tienen el poder de curar o herir a una persona…

Medita antes de hablar, a veces permanecer callados es la mejor opción.

Por eso, cuida tus palabras.


Habla de tal manera que en tu alma y en la de los demás quede la Paz.




Ah! La fotografía de esta espléndida luna llena está hecha desde la terraza de mi casa. 
Un lujazo!!!


domingo, 16 de diciembre de 2018

27:59...


Intento “Tener la cabeza donde tengo los pies”. Lo he leído por ahí y de verdad que lo intento.

Lola ha muerto y me ha tocado. Ha fallecido a los 6 días de conocerla y a los 23 de un diagnóstico que le puso de repente la vida al revés. Ha fallecido cuando, como decía su marido, Aún no sabemos por dónde nos vienen las hostias”.

De la rabia y la incredulidad del inicio pasó a una dolorosa aceptación, que no resignación, las preguntas iban y venían de su mente… sin respuesta. 

Poco a poco la fue envolviendo una desidia, un desinterés y una calma que la llevaron en volandas, día a día, hacia el desapego que precede al final del viaje.

Llegó un momento en que ya no habló más, cerró los ojos, cesó el dolor y aumentó la inquietud. Todavía quedaba mucho por vivir, aún no era el momento.

Sin despedirse, sin apenas medicación, suavemente se deslizó, se fue en medio de una luz tenue y rodeada de los suyos. Acabábamos de irnos. 

Mientras paseo veo a lo lejos un reloj que marca las 27: 59… y pienso, “Ufff, menos mal!!”.



sábado, 8 de diciembre de 2018

DoLoR Y SiLeNCio...


La casa es sencilla, acogedora. Acuarelas en rojo y azul nos abren paso al dormitorio que, como suele ser habitual, está  al fondo a la izquierda o a la derecha. Huele a pan con tomate y a fruta, el marido de Lola se disponía a desayunar cuando hemos llamado a la puerta. Tras unas breves frases susurradas sobre el mantel de la mesa de la cocina, nos adentramos pasillo adelante. 

Entramos despacio, tranquilas - la cama ubicada fuera de su lugar para hacerla más práctica-, y tras el primer paso nos invade un dolor espeso y una profunda pena. Lola abre los ojos y apenas nos mira, su vista recorre la habitación, a su marido, a su hija y al pequeño perro que se adapta a la forma de su cuerpo, sobre la colcha.

Nos cuentan que él se jubiló en febrero y su hija se casó en abril y está embarazada. Lola tiene 57 años y apenas ha visitado al médico un par de veces en su vida. Una vida sana, remarca su marido.

Hace apenas 20 días fue diagnosticada de una neoplasia de páncreas en estadio avanzado, tras una visita casual a urgencias a causa de una tromboflebitis. Todavía estuporosa, no sale de su asombro, “Si hace un mes yo estaba tan bien, mi vida era normal... Ahora tengo una losa sobre mi cabeza que ocupa todo mi pensamiento. Todo lo demás se ha ido difuminando, ha desaparecido. No puedo pensar en nada más”, dice sin mirarnos mientras las lágrimas recorren su preciosa cara. Por qué a mí?, pregunta a alguien o a algo, no a nosotras. El silencio se pasea por la habitación, no tenemos respuesta. No es queja, ni lamento. Es la vida y la muerte caminando al unísono. Habla despacio, con calma contenida. “No se han equivocado, cada día estoy peor. Pero no puede ser, no puede estar pasando, no puedo ni imaginármelo siquiera… Es una pesadilla de la que no consigo despertar”. Las lágrimas continúan su camino, el perro se acurruca cada vez más junto a ella y un dolor hondo nos traspasa la ropa, empapa nuestra piel llegando hasta el alma, como la niebla que nos ha acompañado durante todo el viaje hasta su casa.

Nos acabamos de conocer, es la primera visita. Nada sirve, solo estar, escuchar, acompañar, acariciar, mirar... Yo no me atrevo a decir nada que entorpezca el desahogo, la rabia, la expresión de su dolor. Sólo el silencio nos corteja.

Su esposo y su hija asisten mudos en un segundo plano, elegido por ellos.

No soy consciente del tiempo que permanecemos allí. La vida se ha detenido. Pero creo que es una de las visitas más dolorosas que recuerdo.






domingo, 2 de diciembre de 2018

CoN eSCuCHaRLo uNa VeZ, Ya BaSTa...


Y me pierdo. Me pierdo en el mar, entre las montañas, pisando hojas amarillas, escuchando el rumor de las olas, viendo el ocle rojo esparcido en la arena, sintiendo el frío en la piel.

Porque se me apodera el sufrimiento. Me duele Luis cuando sale de la habitación al tiempo que nosotras entramos en ella. Me duele que le duela no querer escuchar una vez más que su mujer se muere, Con escucharlo una vez ya basta”. Me asombra la biografía de su hija, me quedo con la sonrisa de su madre. Escucho historias de generosidad, de lealtad y de amor, de guerra y dolor, en blanco y negro y en color, escondidas entre un rumor de visillos, enmarcadas por tristes miradas que tras unos minutos de conversación, no más, se tornan risueñas y nos devuelven la vida. La vida que intentamos dar, la que nos transforma mientras la vivimos.

Mi quehacer diario se convierte en mi vida y viceversa… Y me pierdo.