Me voy unos días porque necesito descansar, cambiar el
entorno y sacudirme fuerte, como un perro al salir del agua. Necesito oler el
verde, sentir el azul y escuchar el arco iris entero. En este último año y
medio la vida se ha puesto del revés, me ha exigido mucho y he renunciado también
a mucho; estoy cansada y necesito estar fuerte para continuar y afrontar
lo que esté por venir.
Aunque no lo entiendes muy bien, me despido y desde la puerta
congelo la imagen. Te veo solo (porque estas solo aunque vivas con tu compañera
del alma) en tu sillón del comedor, la mano extendida hacia ella, que la apoya
en la tuya mientras tú se la acaricias. Quizás sea ya el único vínculo que os
une al mundo real. A veces María se enfada, no se sabe bien por qué ni con
quién, y no te quiere dar la mano, tú te impacientas y, triste y abatido,
vuelves a tu soledad.
Te volviste a caer hace poco, magullado caminas a duras penas
con el andador por el pasillo, con esa fuerza de voluntad que te ha caracterizado
siempre; aún no te atreves a salir a la calle, te duele la pierna y te incomoda
que la gente del barrio te vea así. Vosotros que andabais del centro al parque
y del parque al centro, intentando no perder la autonomía que los años os iban
robando, mientras hablabais sin parar de todo…
El deterioro va ganando pasos día a día y las ganas de vivir
se van quedando en el último escalón que conseguiste subir. Pero aún sonríes a
veces.
Ella se mantiene en la gruta del olvido, donde la oscuridad
también va ganando terreno y, sin embargo, tú sigues siendo su faro en la penumbra,
su “papá” al que sigue como si fuera un barco perdido en la tempestad, a punto
de naufragar entre las olas de la noche… esa noche que ya la persigue allá
donde vaya. Pero aún se ríe a veces.
Lo que uno siente no es sólo implicación, aunque también,… es
vínculo, es ternura, es afecto, es amor. No es devolución, es querer.
Y yo quiero.
Alma