Alba tiene 45 años y habla de la muerte, la suya, con una
naturalidad que duele.
He sufrido muchísimo,
me he enfadado, he vivido angustiada mucho tiempo, he pensado que todo era una
pesadilla o un castigo, he llorado hasta las lágrimas que no tenía,… pero ahora
no me queda otra que aceptar lo que la vida me trae y prepararme. Sé que voy a
morir pronto. Y sólo os pido que no me duela, que me sedéis…, así se dice, no? ,
cuando llegue el momento.
Tiene unos labios preciosos y juega con ellos mientras habla,
sonriendo todo el rato. Por qué?, le pregunto. Bueno, nacemos y al cabo del tiempo morimos. A mí me ha tocado
demasiado pronto… pero es lo que hay! Qué le voy a hacer?
Es de un pueblo del interior. Se enamoró y se fue a vivir
lejos, cerca del mar. Su madre se llevó un gran disgusto, le recomendaron a un psicólogo pero
no quiso ir porque sabía que su único remedio era tener a su hija cerca. Ahora
es Alba la que no quiere psicólogo, porque conoce perfectamente su remedio.
Fue diagnosticada de un cáncer de mama hace tres años. Un día
mientras se duchaba notó un bulto en su pecho. La operaron, le dieron quimio y
radioterapia. Después inició tratamiento oral, pero dice que le sentaba mal, que
se sentía muy cansada y que no quería vivir así. A los dos meses lo dejó por su
cuenta. Nos lo cuenta tranquila, mientras nos mira a los ojos una vez a una,
otra vez a la otra. En una revisión vieron que el “bicho” había avanzado y se había extendido a los huesos, a su
hígado y a sus pulmones. Respiraba cada vez con más dificultad, la enfermedad producía
líquido en la pleura, comprimiendo sus pulmones.
Durante unas vacaciones, viajó con su familia a los Pirineos
y notó que podía caminar sin el cansancio y la falta de aire de los últimos
meses. Fue un gran descubrimiento que les llevó a decidir trasladarse a un
pequeño pueblo de la zona e iniciar una nueva etapa. De esto hace tres meses y
ya ha estado cuatro veces en el hospital, para practicarle una toracocentesis y
conseguir que pueda respirar mejor durante unos días más.
Imagínate, acabamos de
llegar al pueblo y, cada vez que voy al hospital, a mis hijos les preguntan en
el colegio si ya me muero. Tienen 6 y 8 años, creo que no saben la magnitud de
lo que ocurre, creo que son felices en su inconsciencia. Estás segura de eso?, le volvemos a
preguntar.
No quiero empezar otra
vez con la quimio porque me deja deshecha, descompuesta y tumbada en el sofá,
no podré ni ayudarles a hacer los deberes y mucho menos jugar con ellos. No
quiero nada más. Vivir mientras pueda y que llegue lo que tenga que venir. Sólo
quiero no pasarlo mal al final.
Es la primera vez que hacemos una reunión en el hospital con
medicina interna, neumología y oncología y nos encontramos del lado opuesto al
de siempre. Queremos que inicie tratamiento para alargar el tiempo entre sus
visitas al hospital. Tenemos la opción de quimio paliativa que puede conseguir,
o no (nunca nadie está seguro), prolongar y mejorar su calidad de vida dilatando
el tiempo durante el que no se ahoga. Pero el resto de compañeros, ante la
negativa de ella y su reticencia a las citas de oncología, no están por la
labor, cansados de insistir han tirado la toalla. Lógico y comprensible, por
otra parte.
Sonríe mientras le explicamos que esta vez el tratamiento no
es tan agresivo como al principio y que, probablemente, tendrá menos de sus tan
temidos efectos secundarios.
No sabéis lo que es
estar de este lado, por mucho que hayáis visto pacientes en mis mismas
condiciones, nunca sabréis qué es lo que sientes cuando te ocurre a ti.
Y es cierto, cierto, cierto. No podemos juzgarla ni intentar
convencerla de hacer algo que a nosotras nos parece lo adecuado, desde este
lado. Cada uno decide qué es su calidad
de vida y su dignidad en cada momento y según las circunstancias.
La hemos visto dos veces durante la última semana y, tras
largas charlas, hemos conseguido que acepte (?) una nueva cita con oncología para
hablar de ello y conocer las opciones que tiene, así como aclarar sus dudas, y
después…. dice que se lo pensará.
Probablemente no acudirá a esa cita, lo vemos en su mirada. Sin
embargo, respetaremos y comprenderemos la decisión que tome. Estaremos con
ella incondicionalmente.