Este es el blog de un equipo de Cuidados Paliativos... trabajamos "a pie de cama", en el domicilio del paciente, en su espacio más íntimo y personal.

Todos los días hay un viaje distinto, duro, sorprendente, triste, emocionante... y con un final.

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lunes, 14 de octubre de 2019

De ViaJe...



Hace mucho tiempo que no me paro a escribir y no es que no hayan pasado cosas. Ha pasado y sigue pasando la vida con su caminar. Para mí sentarse a escribir es un acto de reflexión, casi de meditación; se trata de traducir los sentimientos a palabras, lo que me obliga a ordenarlos… y al fin entenderlos y asumirlos. A veces me cuesta tirar del hilo o siquiera encontrarlo.

Hoy sólo un pequeño apunte,… fue el cielo que me acompañó durante mi viaje al mar.

María es menuda y frágil. Tiene la piel fina apenas sin arrugas, y eso que hace un mes cumplió los noventa.

Da la sensación de que el tiempo ha dejado en su piel las huellas que ella ha querido, tal como ha vivido. La armonía ha sido su bandera, la sonrisa su apoyo y esa mirada de caramelo la alfombra sobre la que caminábamos tras ella y que hacía las cosas más fáciles.

Hace unos años su mente empezó a difuminarse, los que estábamos con ella nos fuimos desdibujando y la vida se torció hacia ningún lugar.

Intentamos reconducirla al principio, cuando guardaba cosas en los lugares más extraños, cuando deliraba inventando historias que solían terminar en tragedias, cuando se nos perdió en una calle cercana a la nuestra,… cuando nos miraba y preocupada nos buscaba por detrás. Su pareja de toda la vida, su compañero de viaje, nunca llegó a entenderlo del todo, a asumir que su querida amanteamiga cada vez estaba más lejos, tan lejos que ni ella se atisbaba. Nunca creyó que esto también les estaba ocurriendo a ellos, después de lo que la muerte recientemente les acababa de robar, una de sus hijas. 

Tras unos meses hubo un punto de inflexión, un momento a partir de cual él se dejó llevar, dejó de luchar por ella y por todo, se dio por vencido, dejó de vivir… Pensó, y probablemente era así, que ya no había motivo. Al cabo de poco tiempo falleció, sin más. Se fue en un susurro como una ola blanca que abandona la orilla, dejando la sensación de que no había nada más que hacer. Que todo estaba bien. Que así era la vida… y la muerte.

Ella siguió caminando por la vereda, aunque la linde ya se había terminado. Y así continua, derrochando ternura y querer a manos llenas. Tenemos su sonrisa que le brota sin filtro y su mirada de caramelo, como ausente pero directa al corazón. La podemos abrazar y besar porque ella está, no sé bien de qué manera ni en qué posición, pero está.

María es mi madre.