Los veo alejarse cogidos del brazo, como tantos años atrás.
Juntos, siempre juntos. Él andando a trompicones con su muleta, inclinado hacia
ella. Ella parloteando bajito su soliloquio particular y él intentado adivinar
las palabras que su sordera le niega. Viviendo la vida tal como viene, como han
hecho siempre, apoyándose el uno en el
otro para no caer.
Él, a menudo, pierde sus azules ojos acuosos en la nada,
recuerda, añora. Cuando vuelve, la tristeza es como un halo que lo envuelve
todo. Otras veces se enfada con el mundo,… se hace mayor a su pesar y no deja
de perder cosas por el camino.
En la peluquería, con los rulos puestos, María le habla al
espejo, y sin reconocerse, se enfada y hace muecas mirándose fijamente, a veces
de soslayo, o haciéndose la burla mientras saca la lengua y gesticula con las
manos. Le pido a la peluquera una silla y me siento a su lado. Le acaricio
suavemente la mano y me reconoce como alguien cercano, imagino que querido. Se
tranquiliza apenas un momento. La miro,… quién eres? Quizás siento lo mismo que
ella cuando me mira (y supongo piensa)… quién eres?
Sin embargo es hermoso saber que uno, tras dejar a un lado
retazos de su vida, está aquí cerca, sintiendo que hace algo grande. Viviendo
la vida de otra forma a como estaba planeada, te das cuenta de que los planes
no sirven porque no se cumplen casi nunca.
Pero los sueños si se cumplen porque no tienen forma definida
y están hechos de sentimientos y emociones, de colores que forman paisajes
siempre diferentes. Se puede ser feliz aquí o allá, así o asá, mientras los
hechos y el corazón caminen cogidos de la mano. Improvisando casi
continuamente, porque la vida sale a escena sin ensayo previo,… como una sesión
de jazz.
Alma
1 comentario:
Cómo escribes, compañera!!!. Se nota de dónde sale todo eso. Un besazo.
M.
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