Hay días, como el de hoy, que no se pueden contar a personas ajenas a nuestro quehacer diario, porque no lo entenderían. Os lo cuento porque sé que la mayoría de los que paseáis por este rincón entendéis este trabajo, que ya es una forma de vida, y mantenéis un hilo de cordura y sentido común en medio del desorden diario y el caos que habitualmente nos rodea.
Bueno, pues de buena mañana hemos ido a visitar a R. Ha estado ingresada en el hospital unos días por reagudización de su patología, y hace poco le dieron de alta. Vive en una barriada humilde y sucia, donde la delincuencia es el pan de cada día. Ya hace tiempo que nos conocemos, padece un Ca. de Pulmón en progresión y en un estadio muy avanzado de la enfermedad. Como siempre, antes de ir, hemos llamado a su hijo para avisarle de que pasaríamos a verla; ella no suele coger el teléfono porque, además de padecer una hipoacusia severa, apenas puede caminar ya que está limitada por su obesidad y su disnea a mínimos esfuerzos. No sabemos si a su hijo se le ha olvidado avisarla, pero el caso es que nos hemos encontrado la casa cerrada y nadie contestaba a nuestra llamada. A un lado de la puerta hay una ventana que da a su dormitorio y que estaba entornada, así que la hemos empujado y nos hemos asomado. R. dormía placidamente en su cama, con un sueño tranquilo y profundo,....Nos hemos mirado y hemos decidido, casi a la vez, dejarla descansar y volver otro día. Deberíamos aprender, los sanitarios, a respetar los ritmos del paciente, a adaptarnos nosotros a él en lugar de lo contrario, que suele ser lo habitual.
Luego hemos ido a ver a JL y le hemos colocado un infusor subcutáneo para controlar sus síntomas. La tristeza inundaba la casa. Entre otras cosas, nos ha dicho que cuando llega la noche piensa: “ya he pasado (vivido) un día más,...a ver que pasa mañana”.
Después de una visita de duelo, y para rematar la mañana, nos hemos dado un homenaje. Hace unos días C. de 86 años, hermana y cuidadora principal de J., nos contaba que no encontraba en todo el pueblo unas zapatillas de invierno que pudieran encajarle a su hermano (diagnosticado de un ca. de recto en fase terminal), ya que últimamente se le habían inflamado bastante los pies. Bueno, pues desde esta mañana lleva los pies calentitos y las piernas tapadas con una manta por la que asoman las puntas de sus nuevas zapatillas azules.
Esto es un secreto, casi nadie lo entendería,....espero que no salga de aquí.
Bueno, pues de buena mañana hemos ido a visitar a R. Ha estado ingresada en el hospital unos días por reagudización de su patología, y hace poco le dieron de alta. Vive en una barriada humilde y sucia, donde la delincuencia es el pan de cada día. Ya hace tiempo que nos conocemos, padece un Ca. de Pulmón en progresión y en un estadio muy avanzado de la enfermedad. Como siempre, antes de ir, hemos llamado a su hijo para avisarle de que pasaríamos a verla; ella no suele coger el teléfono porque, además de padecer una hipoacusia severa, apenas puede caminar ya que está limitada por su obesidad y su disnea a mínimos esfuerzos. No sabemos si a su hijo se le ha olvidado avisarla, pero el caso es que nos hemos encontrado la casa cerrada y nadie contestaba a nuestra llamada. A un lado de la puerta hay una ventana que da a su dormitorio y que estaba entornada, así que la hemos empujado y nos hemos asomado. R. dormía placidamente en su cama, con un sueño tranquilo y profundo,....Nos hemos mirado y hemos decidido, casi a la vez, dejarla descansar y volver otro día. Deberíamos aprender, los sanitarios, a respetar los ritmos del paciente, a adaptarnos nosotros a él en lugar de lo contrario, que suele ser lo habitual.
Luego hemos ido a ver a JL y le hemos colocado un infusor subcutáneo para controlar sus síntomas. La tristeza inundaba la casa. Entre otras cosas, nos ha dicho que cuando llega la noche piensa: “ya he pasado (vivido) un día más,...a ver que pasa mañana”.
Después de una visita de duelo, y para rematar la mañana, nos hemos dado un homenaje. Hace unos días C. de 86 años, hermana y cuidadora principal de J., nos contaba que no encontraba en todo el pueblo unas zapatillas de invierno que pudieran encajarle a su hermano (diagnosticado de un ca. de recto en fase terminal), ya que últimamente se le habían inflamado bastante los pies. Bueno, pues desde esta mañana lleva los pies calentitos y las piernas tapadas con una manta por la que asoman las puntas de sus nuevas zapatillas azules.
Esto es un secreto, casi nadie lo entendería,....espero que no salga de aquí.
5 comentarios:
Te guardaré el secreto.
Me ha encantado el post.
Gracias thot.
Creo que contigo el secreto está en buenas manos.
Besotes
Los ángeles existen!!! sino, que me digan a mí quién/es llevó las zapatillas a J... Uy!!!, si es un secreto, jeje...
lo guardaremos.
Pequeños detalles como ése, ayudan a humanizar la atención y relación diaria con las personas a las que cuidamos y acompañamos.
Gracias por compartir vuestro día a día y llenarlo de ternura aún en las situaciones más complicadas.
Y lo de respetar los ritmos, deberían enseñarlo de manera más intensa en las Facultades, tanto a los futuros docentes como a los profesionales de la Sanidad...
Un abrazo,
María José
Sois los "Angeles de J".Un beso
Desde luego, es evidente que los secretos compartidos saben mejor.
Publicar un comentario