P. padece un ca. de páncreas en fase terminal. Entramos en su casa una mañana soleada y de mucho calor. Lo encontramos en la sala de estar sentado en un sillón y con el ventilador a tope. Presenta una ictericia franca y un abdomen con ascitis, aunque no a tensión. Desde el fondo del sillón, una sonrisa llena de dientes blancos se dibuja sobre el fondo amarillo apagado de su piel. Conocedor de su enfermedad y del pronóstico, después de hablar un rato con él y mientras el sudor nos va empapando hasta las entrañas, nos describe el problema que le impide “estar todo lo bien que se puede estar con lo que tengo encima...” : hace diez días que no hace deposición, “o sea, que no cago... y no como porque me da miedo comer y que se me amontone... cómo voy a sacarlo?”
Díez días!? Nos miramos... Uno de los síntomas “princeps” a tratar en un paciente paliativo es el estreñimiento, y más si está en tratamiento con opioides.
Hacemos un tacto rectal y encontramos un fecaloma de manual. Ajustamos el tratamiento, incluidos los laxantes, y continuamos ruta. Mañana llamaremos a ver si ha sido efectivo el enema que le hemos preparado y administrado.
E. presenta metástasis pulmonares de un cáncer diseminado y se encuentra ya en la fase final de su enfermedad. Está en la cama, recostado sobre el lado afecto, y presenta una disnea severa. Desde hace unos días no puede ni levantarse al baño ya que la fatiga se hace insoportable, incluso ingerir cualquier cosa por vía oral le cuesta porque siente que se ahoga. Es portador de un infusor subcutáneo con morfina y otros fármacos. Su esposa le administra, sin miedo, las dosis de rescate, consiguiendo que se quede más tranquilo, que respire con menos dificultad e, incluso, que duerma algún rato. Arrollidada al lado de la cabecera de su cama, como en un susurro, intuyo más que escucho lo que me dice: “Me estoy muriendo... y me horroriza pensar en morirme ahogado... por favor haz lo que puedas... para que no sufra.” Cierra los ojos y me parece intuir una mueca que parece una sonrisa a medias, creo que más tranquilo, confiando en mí.
E. presenta metástasis pulmonares de un cáncer diseminado y se encuentra ya en la fase final de su enfermedad. Está en la cama, recostado sobre el lado afecto, y presenta una disnea severa. Desde hace unos días no puede ni levantarse al baño ya que la fatiga se hace insoportable, incluso ingerir cualquier cosa por vía oral le cuesta porque siente que se ahoga. Es portador de un infusor subcutáneo con morfina y otros fármacos. Su esposa le administra, sin miedo, las dosis de rescate, consiguiendo que se quede más tranquilo, que respire con menos dificultad e, incluso, que duerma algún rato. Arrollidada al lado de la cabecera de su cama, como en un susurro, intuyo más que escucho lo que me dice: “Me estoy muriendo... y me horroriza pensar en morirme ahogado... por favor haz lo que puedas... para que no sufra.” Cierra los ojos y me parece intuir una mueca que parece una sonrisa a medias, creo que más tranquilo, confiando en mí.
En alguna medida, que la forma en que fallezca sea tranquila minimizando al máximo el sufrimiento, depende en parte de nosotras, así como el recuerdo que de ese momento quedará para su familia el resto de sus vidas. Nació 7 días antes que yo.
2 comentarios:
Otro día más con vosotras,..
Me encanta leeros,.. y sois referentes para mi,. que quiero llegar a trabajar algún día en el Hospital, en neurología,...
Sois geniales,..
jc..
Gracias Anónimo, jc. Espero que sean muuuchos días más juntos, intentando hacer que el día a día de nuestros pacientes y sus familias sea lo mejor posible. A veces lo conseguimos, otras no tanto.
Besos
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