Porque al lado de cada paciente hay un cuidador y una historia, los equipos de Cuidados Paliativos deberían contar siempre, además de médico y DUE, con apoyo psicológico. No es nuestro caso.
Traspasar la puerta de una casa es entrar en un mundo poblado de otras vidas que se cruzan, se separan, se abrazan, se extravían. No es que uno entre a machetazos, apartando ramas para poder atravesar la selva, sino que se sumerge y resbala hasta mundos infinitos y lugares remotos. No puedes evitar empaparte de miedos intrusos, de historias que se remontan al pasado de sus protagonistas y que desvelan algunas claves de las situaciones y posturas del presente.
A veces se verbalizan a borbotones, con una necesidad imperiosa de que alguien ayude a reafirmar actitudes, otras salen de a poco, como secretos íntimamente revelados que necesitan del eco para volver y ser reconocidos, otras manan mansamente, se van colando entre las rendijas, sutiles tras las comas y los puntos,... escuchamos, compartimos, intentamos ayudar y, sobretodo, nos sentimos unas privilegiadas porque, aún rodeadas de muerte, cada día aprendemos más acerca de esa brillante tela de araña que es la vida.
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