Elisa sufría un dolor en la cadera izquierda desde hacía
tiempo, solo a veces, aunque cada vez más a menudo. Le daba pereza ir al médico
y tampoco era para tanto. Hasta hace un año, en que su marido se jubiló, los
dos trabajaban en un bar, que ya era de sus padres, y achacaba el dolor a los
esfuerzos propios del trabajo diario.
Ahora que tenía tiempo para ella, decidió que era
hora de mirarse ese dolor. Tras varias pruebas en el hospital, fue
diagnosticada de un condrosarcoma en fase avanzada (ahora que tenía tiempo
para mí… qué paradoja! Qué sorpresas nos reserva el destino…). Sentada
en el sofá de su casa relata al equipo de Cuidados Paliativos su paso por
oncología, el posterior tratamiento y sus efectos y cómo se siente ahora. A su
tratamiento habitual añade antidepresivos desde hace un tiempo ya que tiene una
hija en la cárcel por asuntos de drogas, aunque ella
cree en su inocencia, la engañaron, dice. Le llama por teléfono una vez a la
semana, por supuesto insuficiente de todas todas.
La hija tenía un perro que dejó a su cuidado cuando la detuvieron y que, obviamente, sigue con
ella. Este es Lucas, es todo lo que me
ha quedado de ella, lo quiero muchísimo y es el motor que me hace levantar cada
mañana para pasear o jugar o simplemente acompañarnos mutuamente, ya no sabría
vivir sin él. Mi marido se pasa el día en el bar y suele volver un poco mareado.
Se va a dormir enseguida.
Elisa fue empeorando semana a semana. Gabriel, mi amigo
médico, y Teresa, la enfermera del equipo, mantenían con ella largas
conversaciones en cada visita y la intimidad fue a más, no hablo de
implicación, que también, sino de intimidad. Pocos días antes de fallecer, en
una de las últimas visitas, encontraron a Elisa más pensativa de lo habitual. Al
cabo de un rato les miró fijamente y, con el miedo reflejado en los ojos, les
hizo una pregunta. “Esto se acaba. Ya lo he hablado con mi hija,... alguno de vosotros podría quedarse con Lucas
cuando yo no esté?”
Desde que Elisa murió, mi amigo, que nunca había tenido
perro, cuenta con un miembro más en la familia. Lo disfruta y dice que ha descubierto a un gran amigo… y que
ya no sabría vivir sin él.
4 comentarios:
Yo tampoco puedo dejar de emocionarme con las historias que nos relatas, querida Violeta. Eres capaz de hacer vibrar el corazón con cada una de tus palabras y con esa sensibilidad y ese corazón que no te cabe en el cuerpo. Mil gracias por estar ahí , también esta Navidad especial. Feliz Navidad Violeta, cuídate mucho porque no sabemos vivir sin tus emociones y tus pensamientos. Besazos mil
Por cierto, nuestro amigo Aslan (un precioso golden retriever) no deja de preguntar por ti, está esperándote en las montañas para llenarte de lametazos y pelos, y para que hagas yoga y taichí con él mientras le abrazas!!
Una historia real y contada con la sensibilidad tan exquisita que tienes. Me alegra de manera especial que tu amigo adoptara a ese corazón peludo de cuatro patas que le dará muchas alegrías y una fidelidad infinita.
Bien por él, y a ti, querida amiga de palabras compartidas te deseo todo el amor, salud y alegría que mereces.
Un abrazo grande y si no hay novedad nos seguiremos leyendo.
No tengo palabras... SOIS LO MEJOR!!
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