La casa de Elena no tiene esquinas. Entramos y nos deslizamos
por ella como si flotáramos en el mar. El espacio es muy amplio, sin cortes, y
la luz entra a raudales por las ventanas, tamizada por unas cortinas tenues de
gasa blanca, como las olas en la orilla.
Huele a lavanda, a tierra, a árboles, a hierba,… más
tarde nos daremos cuenta de que huele a Elena. Junto a una gran estantería de
madera repleta de libros, su marido nos cuenta que hay más de mil ejemplares, todos
leídos, y que su esposa es conocedora de todo, tanto del diagnóstico como del
pronóstico de la enfermedad a corto plazo. Las fotos en blanco y negro se
alternan con grandes cuadros de vivos colores. Reina el silencio. Escuchándolo
nos sumergimos, dejándonos llevar, y recorremos el espacio de tonos cambiantes
que nos conduce al dormitorio.
Al entrar una sensación de paz nos invade. Es amplio, también
sin esquinas, y al fondo, dibujada bajo una tenue luz ámbar, nos encontramos la
sonrisa de Elena envuelta por unos grandes ojos llenos de vida y por unas
sábanas blancas, que contrastan con el tono ictérico de su piel.
Hasta hace bien poco, desde que cayó enferma hace 8 meses, escasos
han sido los que han podido estar con ella. No quería que la vieran presa de su
enfermedad. Nos contó su médica de cabecera que incluso ella, que iba a verla a
menudo, se quedaba a veces en el quicio de la puerta por sugerencia de la
paciente.
Suavemente nos acercamos a ella, que nos saluda dulce e
íntima. Creo que nunca he sentido más vida en la expresión de una persona que
se está muriendo.
Nos cuenta desde el principio de la enfermedad, cómo fue y
cómo lo vivió. Consciente, orientada, lúcida, obligada a hacerse a la idea de
que había un final demasiado cercano, aceptándolo, que no sumisa,… qué remedio!
Cuando me enseñaron la imagen del TAC… era preciosa, dice con cara de asombro. Era
como un gran sol blanco entre manchas oscuras. Y pensar que ese sol es el que
me está matando… Me operaron, pero no pudieron con el cabroncete, estaba bien
agarrado con uñas y dientes.
Qué cómo son las cacas?... Pues tienen la consistencia que
uno le supone a unas cacas, dice riéndose.
Lo que más me preocupa ahora es que mi mente va muy despacio
y no puedo expresarme bien. Tengo asumida mi muerte, pero mi hijo no. Tengo una
conversación pendiente con él. Es lo más importante que debo hacer antes de
irme.
El tiempo se ha detenido en su casa. Cuando salimos nos
sentamos mudas en un poyo de piedra, ahí mismo, intentando digerir lo que
acabamos de vivir.
Seguimos en silencio dentro del coche, de vuelta a casa,
mientras escuchamos de fondo la banda sonora de Bailando con lobos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario