A nosotros, tropa del primer mundo que nos consideramos
irreductibles, gente prepotente que cree que la naturaleza le debe pleitesía. A
nosotros, seres insolidarios por educación, que somos más pobres que
los pobres... el universo nos enseña, de
nuevo, que tiene sus reglas, que somos tan vulnerables como cualquiera y que en
un instante es capaz de ponernos la vida del revés… Para aprender, para que nos
demos cuenta, uuuna vez más, de lo que realmente importa. Para aprender a vivir, aunque nos esté costando la vida.
La tierra respira, y nosotros con ella. En tan poco
tiempo el planeta, fuerte y poderoso, se va recuperando. El aire, el agua, el
verde, los pájaros,… es decir, todo lo que no somos nosotros, se limpia de
nuestra contaminación y de nuestro abuso.
Incluso crece una ola solidaria desde los balcones, que ojalá
nos dure hasta el infinito y más allá.
“… Y la gente se quedó
en casa. Y leyó libros, y escuchó, y descansó e hizo ejercicio. Creó arte, y
jugó y aprendió nuevas formas de ser, y se estuvo quieta.
Y escuchó más
profundamente.
Algunos meditaban, algunos rezaban, algunos bailaban.
Algunos se encontraron
con sus sombras. Y empezaron a pensar de manera diferente. Y las personas
comenzaron a sanar.
Y, en ausencia de personas que vivían en la
ignorancia, peligrosas, sin sentido y sin corazón, la tierra comenzó a sanar.
Y cuando pasó el
peligro, la gente se unió de nuevo, lloraron sus pérdidas, tomaron nuevas
decisiones, soñaron con nuevas imágenes y crearon nuevas formas de vivir y
sanar la tierra por completo, ya que habían sido curadas".
Kitty O´Meara.
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