Te has ido, pero te siento presente casi continuamente. Una canción
me recuerda a ti y es tan intensa la sensación de sentirte a mi lado, que un
llanto fuerte y amargo se apodera de mí, y hace que todo mi cuerpo tiemble. De repente
un olor penetra hasta el fondo de mi cerebro trayéndote hasta mí de nuevo. En otro
momento te veo en un lugar que no me es ajeno y te hablo mientras otra vez las
lágrimas brotan sin remedio y sin control. Sé que estás por aquí cerca, cerca
de mí y de todos los que te hemos acompañado, y más intensamente en este último
año de lucha desigual.
De lucha sin tregua, en la que eras derrotada una y otra vez.
Tras cada batalla librada, tu cuerpo y tu alma se hundían y, al cabo, volvían a
recobrar algunas fuerzas, cada vez menos, para enfrentar la siguiente acometida,
cada vez con menos esperanza, con menos ilusión por ganar… nos estaba
venciendo. Las pérdidas cada vez eran mayores y se sumaban a las anteriores ya
conocidas y, a duras penas, aceptadas. Adaptándote día a día a depender más, a
sufrir más, a tener más y más miedo. “Qué penoso es esto, cuánto trabajo os
estoy dando”, me dijiste pocos día ante de irte.
Estoica, sin derramar una sola lágrima me decías, cuando te
preguntaba, que lo que más te preocupaba era la noche, no poder dormir sintiendo
que las horas y la angustia jugaban al corro en tu cama vacía y sola. Lo remediamos,
pero entonces el dolor se te enroscó en la espalda y, con tu mirada fija en mis ojos, me
recordabas que te dolía, incluso el último día, horas antes de que te fueras,
querida mía, me dijiste, más claro y más rotundo que nunca, como una exigencia,
“la espalda”, lo que creo que significaba, ME VOY, ADIÓS. Quédate conmigo, no
te vayas. Desde días antes, tu pregunta continua era cuándo te vas?, cuándo volverás?
Falleciste tranquila, te fuiste suave, en un suspiro, como un
soplo. Tu boca, al principio abierta, se cerró sola al poco tiempo para dibujar
el esbozo de una sonrisa, la sonrisa que hacía meses no bailaba sobre tus
labios y eso, junto a tus ojos cerrados y tu cara serena, nos dijo que, por
fin, estabas bien, que te habías liberado de las contenciones que ceñían tu
cuerpo desde hacía tiempo y que al fin, libre y tranquila, tus miedos habían
desaparecido, dándote cuenta de que no era tan difícil dar el paso, incluso para
descubrir que la vida no era tan complicada como tú la habías imaginado, ni tan
amarga como la viviste.
Creo que al fin eres feliz. Y eso no sabes lo que me consuela.
Este último año, en el que te he acompañado más que en toda nuestra vida
juntas, ha sido tan intenso y hemos compartido tanto, tanto, que creo que nos va a unir para siempre, y cuando
digo siempre, es siempre.
Adiós Marta, no morirás del todo mientras yo te lleve en mi corazón.
Alma
3 comentarios:
Las lagrimas resbalan por mis ojos mientras lo leo, los tres últimos días en casa dormí en una colchoneta en el suelo del salón mientras Rosa dormía en el sofá pues no podía dormir en la cama y me decía “ cuanto mal te voy a dar”. Quién sabe si en su mente, sabia que llegaba su hora aunque yo fuera incapaz de asumirlo. Ahora comprendo la mirada del Dr. Fener en urgencias cuando nos dijo que esta vez no nos daba a elegir entre ir a casa o ingresar para regular el tratamiento, que ciego estaba, seis meses preparándome para ese momento y no supe verlo, o quizá no quise creérmelo.
Ahora a dos meses de su muerte y afectado desde hace once años de trastorno bipolar I, que ella con paciencia y cariño controlaba, solo me queda reunir el valor para reunirme con ella allá donde se encuentre.
Un abrazo
Desde que un día abrí esta ventana aprendí con vosotros que la muerte no es una derrota sino algo natural de la existencia. Cada día intento pensar que llegará con la misma dignidad que he vivido.
Hoy según leía no pude reprimir las lágrimas y lloré por ti Violeta, por Juan Carlos y por todos los que la quisisteis.
Ella encontró la paz que seguramente pidió muchas veces en silencio... puede que la medicina te haga soportable el dolor físico pero el dolor emocional no tiene paliativos,uno sufre por los que te acompañan y porque de nada vale que el corazón siga latiendo si ya tú no sientes la vida...
Ella luchó contra la enfermedad y cada día también se preparaba para decir adiós, ahora os toca a vosotros luchar contra la tristeza y seguir adelante.
Un abrazo cálido
Gracias a los dos por estar ahí. Me quedo con dos frases de cada uno, que son reveladoras y con las que en algún momento todos nos hemos sentido identificados:
"Quién sabe si en su mente, sabía que llegaba su hora aunque yo fuera incapaz de asumirlo.
Que ciego estaba, seis meses preparándome para ese momento y no supe verlo, o quizá no quise creérmelo."
"De nada vale que el corazón siga latiendo si ya tú no sientes la vida...
Ella luchó contra la enfermedad y cada día también se preparaba para decir adiós."
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