Ayer conocí a Pablo A. Barredo, autor del
libro “Diario de un Cuidador” (y de un blog con el mismo nombre) del que ya hablamos cuando se publicó, que
aborda los retos a los que se enfrenta el cuidador de una persona con demencia,
dependiente, que fue y está dejando de ser, en su día a día, hasta el momento
de su muerte.
Hablamos de lo divino y de lo humano, del trabajo duro,
de los sentimientos de culpa, del túnel al final del cual a menudo no ves la
luz, de las pérdidas, de la soledad autoimpuesta, de la responsabilidad muy
pocas veces compartida, del dolor, de las pérdidas, del agotamiento,… del amor.
También de la satisfacción personal y del aprendizaje que te aporta vivir una situación
como ésta.
Se aprende en las batallas, en los retos, cuando el caos pone
tu vida del revés y tienes que volver a darle la vuelta, cuando tu escala de
valores se desordena de tal manera que debes cambiar la estantería para seguir caminando sin
perder tu norte, la fuerza y la sonrisa.
Me encantó encontrar a una persona humilde, como todos los grandes, muy
hábil en la comunicación y que ha sufrido
en sus propias carnes lo que quiere dar a conocer, para ayudar y mostrar lo que
él aprendió y para que otros no tiren la toalla, ya que también para ser
cuidador siempre hay una primera vez.
Tiene un montón de proyectos, para que salgan a la luz y sean
co-protagonistas esas personas que están en la sombra y que son las que hacen
posible el milagro de conseguir la mejor calidad de vida posible de sus seres
queridos: los cuidadores.
En fin, que fue todo UN PLACER.
La capacidad humana de cuidar de los otros no es algo trivial
o que podemos dar por descontado, sino una virtud que debemos apreciar. La compasión
es una maravilla de la naturaleza, un precioso recurso interior, y la base de nuestro
bienestar y de la armonía de nuestras sociedades. Si buscamos la felicidad propia,
deberíamos practicar la compasión; y si buscamos la felicidad de otros,
deberíamos también practicar la compasión.
Dalai Lama
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