Era un noche de ésas que llevas esperando todo el año para
reunirte con la familia y los bueno amigos en una época de esperanza,
celebración y entusiasmo.
Al llegar a casa de mis abuelos noté que ese año, algo era
diferente, faltaba alguien especial. Todos estábamos cabizbajos, no era lo
mismo que el año pasado cuando nos reíamos y había ambiente de fiesta al estar
todos juntos. Pero ya no, ese año faltaba una persona que ha dejado una marca
en mi corazón.
Yo no quería pasar unas navidades tristes porque no había
estado esperándolas todo el año para eso; yo quería pasar unas navidades
sencillas pero en armonía y con un ambiente de felicidad.
Mi primo pequeño no hacia mas que preguntar que por qué no
había venido mi abuelo. Mi tío intentaba explicarle que estaba haciendo un
largo viaje a un lugar especial y por eso no había podido venir.
De repente sonó el timbre. Todos nos asombramos. Yo fui
corriendo hacia la puerta. Mis ojos se encontraron con un hombre gordo, vestido
de rojo. Tenía una gran barba blanca y un saco en la espalda. Mi primo pequeño
corrió detrás de mí a ver qué pasaba. Al verlo, el hombre se dio la vuelta y le
entregó un regalo enorme. Era muchísimo más grande que el pequeñajo de mi
primo. Después me entregó el saco y se fue. Yo repartí los regalos que traía
para todos. Al fondo de aquel saco quedaba un último regalo y en él estaba
escrito el nombre de mi abuelo. Lo abrí y encontré su boina negra que usaba en
los fríos días de invierno.
Mi primo sonriendo dijo al verla: " El abuelo ha llegado
al final de su viaje papá, y nos manda su boina de regalo".
Alba Villaescusa 1ºB
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