Este es el blog de un equipo de Cuidados Paliativos... trabajamos "a pie de cama", en el domicilio del paciente, en su espacio más íntimo y personal.

Todos los días hay un viaje distinto, duro, sorprendente, triste, emocionante... y con un final.

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miércoles, 22 de abril de 2015

La DeSPeDiDa...


No hagamos ruido, guardemos silencio, permitamos a estos dos amigos, compañeros de camino, despedirse como merecen. El perro, casi ya de mayor tamaño que su amo, se apoya con cuidado en el pecho, temiendo que su peso lo hunda y le moleste. Permanece tumbado con los ojos cerrados. Escuchando los latidos de un corazón que lo ha querido durante largos años. El amo se encuentra tan consumido y debilitado por la enfermedad, que las fuerzas no le alcanzan más allá de cerrar los brazos sobre su perro, en un último gesto de despedida. Un último abrazo que alcance a trasmitir lo que las palabras no pueden narrar ya. Un adiós compartido que logre aliviar el dolor de la marcha definitiva.

Quizás el hombre, a lo largo del tiempo infinito que duró su ingreso hospitalario, alargó su mano, dormido,  buscando en la cama a tientas  el hocico húmedo y  la oreja peluda, porque así acostumbraba a hacerlo siempre,… los dos juntos, siempre, día y noche. Y sin embargo, durante ese largo tiempo en el hospital, su perro no estaba. La enfermedad trajo el dolor físico, pero también la soledad de la separación por un tiempo indefinido.

“Ya no recorreremos juntos calles y plazas, dejando humedades con tu marca en aquella farola, tu preferida. Siempre trotando rápido, en busca de pistas olorosas o pelotas de goma verde, esa que tanto amabas ver lanzarse desde mi mano. Ya no caminaremos juntos a la búsqueda de nuevos senderos. Dejaremos de ser “nosotros” y nos convertiremos sólo en ti. Qué pena no haber comprado el mismo billete de ida y vuelta... Lo único que lamento, amigo mío, en los bordes de esta frontera en la que habito ahora, es no volver a compartir el café de la mañana, sentir la alegría al ver asomar tu morro a través de la rendija de la ventanilla abierta del coche, aspirando nuevos olores y aventuras... Quizás al dormirte logres soñarme, agitando las patas en mi búsqueda. Y ojalá, allá, donde sea, nos encontremos. Ya no hará falta collar ni correa. Nos asiremos por medio de  abrazos. Como este último, mi amigo. Hasta pronto, siempre, nunca…hasta ahora mismo. Sin ti el mundo no hubiera sido lo mismo.”

La gran diferencia entre esta imagen y la de otras personas que no lograrán este reencuentro, es que los profesionales sanitarios que atendieron a este paciente lo permitieron e incluso trabajaron con empeño para hacerlo posible.

Si es cierto que queremos estructurar nuestros cuidados enfermeros en torno a una dimensión más humana, deberemos entonces tener como punto de referencia la experimentación de un sentimiento: la compasión. El término compasión procede del griego “sympathia”, que significa literalmente “sufrir juntos”. La compasión o capacidad de empatía, nos permite  detectar lo que hace sufrir a las personas que cuidamos y, de esta forma, poder aliviar su dolor y ayudar a resolver sus problemas. 
 
Este cuidado compasivo, ha orientado a diversos hospitales (gran parte de ellos en Estados Unidos) a permitir el acceso de mascotas personales al lugar donde permanecen sus dueños ingresados. De forma especial, en los casos en los que el paciente se encuentre ingresado en una Unidad de Cuidados Paliativos.

Los programas de acceso tolerante al hospital de mascotas, siguen en general, ciertas normas. La visita tiene que ser aprobada por el personal médico-sanitario que atiende a esa persona. Por otra parte, la familia aportará un certificado veterinario que verifique el óptimo nivel de salud y el cumplimiento del calendario de vacunas del animal. La mascota recorrerá los pasillos y plantas metido en un trasportín reglamentario para animales, hasta llegar a la habitación de su dueño. Los hospitales que se han sumado a esta iniciativa han visto los beneficios de estos encuentros y la nula repercusión infecciosa en la persona enferma.

Seamos capaces de ser cuidadores desde la compasión.
Abramos puertas a otras posibilidades.
Cambiar las formas de cuidado es difícil, pero la diferencia puede suponer un crecimiento indescriptible.


Y no debemos temer, porque como dijo Eduardo Galeano:

“De nuestros miedos nacen nuestros corajes, y en nuestras dudas viven nuestras certezas…”



Por Ana María Medina Reina (19 abril, 2015)
Artículo completo en Nightgale&Co. 
 
 
 

2 comentarios:

Alondra dijo...

Hoy nos dejas un escrito que me ha tocado muy dentro, estoy emocionada y tengo un nudo en la garganta, a veces me gustaría ser llorona...
Sólo quien tiene un compañero peludo podrá entender lo que significa su cercanía.
Un abrazo cálido amiga

Violeta (Pilar Lázaro) dijo...

Sin duda es emocionante, cala hondo... Espero que mucha gente comprenda lo que significa el amor incondicional de un peludo. Ah! y prueba a llorar si eso te sienta bien.
Otro gran abrazo para ti, querida Alondra.