A todos nos gusta que, de vez en cuando, nos den una
palmadita en el hombro. Nos ayuda a intentar hacerlo mejor y a dar más todavía.
Poniendo en orden algunos papeles me he dado de bruces con
ese gran tesoro que son las cartas de agradecimiento. Para mí son joyas, oro puro, y las conservo casi todas. Las del pueblo cuando era médica de
cabecera (así se llamaban en mi época los médicos de familia), eran pequeñas
notas que solían acompañar a unas verduras, a un conejo muerto o a algún pedazo
del cerdo tras la matanza; las pocas y muy valiosas cuando hacía guardias
brutales en urgencias hospitalarias, que se acompañaban de la tarjeta del
atendido o de su familia y algún presente y las de cuando pasaba planta en el
hospital, que se alternaban con cajas de bombones o plantas.
Pero la que escribe el familiar de un paciente en el que desde
que lo viste la primera vez ha sucedido lo previsto, que no has cubierto otras
expectativas que no fueran paliar, aliviar, ayudar… que no has curado, que no
has dado pie a más esperanzas, que finalmente ha fallecido como estaba previsto
desde el inicio, y que después de todo el doloroso proceso el familiar tenga el
coraje de escribir una carta para agradecértelo,… esas… esas no tienen precio. Cuando
me tocó a mí, no fui capaz de ir más lejos que las palabras.
Os dejo una de esas que llegan al alma y más allá.
A mi madre le
diagnosticaron un carcinosarcoma de endometrio hace un par de años. Fue operada
y recibió los tratamientos que hicieron falta y que le permitieron disfrutar de
su vida y de su familia con normalidad. Siempre contamos con equipos de
médicos, enfermeras y auxiliares maravillosos, que hicieron su trabajo con
eficacia, pero también con ternura y cariño, lo que hacía más llevadera esta
cruel enfermedad.
Hasta que un día el
cáncer pudo más que la medicina y recibimos desolados la noticia de que ya no
se podía hacer nada más. ¿! Nada!? La propia oncóloga nos puso en contacto con
el ESAD, Equipo de Soporte y Atención Domiciliaria, que nos correspondía.
Desconocíamos por completo este servicio, pero por suerte, antes de que
empezaran los insoportables dolores del cáncer terminal, aparecieron P.. y B..
en nuestra casa como dos “Angeles de la Guarda”. Teóricamente su función era
poner los medios médicos para evitar el sufrimiento, pero ellas hicieron mucho,
muchísimo más. Nos explicaron, con delicadeza pero sin dramas que le quedaban
apenas dos semanas. Nos enseñaron a ponerle la medicación según fuera
necesitando, pero también nos ayudaron a disfrutar de ella, y a ella de lo que le
quedaba de vida. Nos dieron las pautas para saber llevar una situación
extremadamente difícil, y así acompañarla en sus últimos días, apreciando cada
gesto, cada sonrisa, cada abrazo sabiendo que quizá fuera el último.
Nos
enseñaron a valorar lo que realmente merece la pena en esta vida, las personas.
Por desgracia mi madre no era su única paciente así que nos visitaban una o dos
veces por semana, pero cada mañana al despertar preguntaba ¿vendrán hoy las
chicas?. Era tan reconfortante su visita!! Para ella y para nosotros, pues solo
con sus palabras de aliento y de ánimo nos daban la fuerza necesaria para
afrontar con entereza la situación. Mi madre nos dejó. Las dos semanas se
convirtieron en siete. Siete semanas en las que gracias a P.. y a B.. hubo más
amor que dolor.
En esta época en que
todo tiene un precio, y sobre todo ahora que es tiempo de recortes y ahorro,
hemos descubierto que hay cosas que no se pueden pagar con dinero. La excelente
labor, con responsabilidad y total vocación de P.. y B.. nos ha ayudado a creer
en las personas. Gracias por vuestro extraordinario trabajo como médico y
enfermera, pero gracias sobre todo por ser maravillosas personas que a pesar de
convivir cada día con el dolor del alma, hicisteis más llevadera nuestra agonía
y siempre con una sonrisa. GRACIAS!!
B. Q. S
3 comentarios:
Has conseguido de nuevo que vuelvan a deslizarse las lágrimas por mis mejillas, muchos besos!!!
Guarda estas letras como un tesoro que puedas descubrir una y otra vez cuando tengas el ánimo bajo ó siempre que dudes de si tu trabajo merece la pena ó cuando te cueste encontrarle el sentido a algunas experiencias. Sois extraordinariamente alentadoras cada vez que compartis estas emociones con los demás. Besazos
precioso desde que recuerdo con 7 años era lo que quería hacer en la vida
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